The Objective
Economía

España, tercer país de la UE que menos poder adquisitivo ha ganado en los últimos 20 años

Polonia multiplica por ocho el crecimiento de nuestro país, que solo supera a Italia y Grecia

España, tercer país de la UE que menos poder adquisitivo ha ganado en los últimos 20 años

Precios en un mercado de alimentos en una imagen de archivo. | EP

Un informe demoledor de Eurostat revela el estancamiento de los ingresos reales de los hogares españoles desde principios de siglo. Solo Grecia e Italia presentan peores cifras, mientras que naciones como Polonia multiplican por ocho el crecimiento español, impulsado por el turismo, pero también por una industrialización que nuestro país abanderó en su día y en la que ahora se está quedando atrás. España se sitúa como el tercer país de la Unión Europea en el que menos ha crecido la renta real disponible de los hogares por habitante durante las últimas dos décadas: el alza ha sido del 11%, la mitad que la media europea del 22%. Este dato pone de manifiesto una preocupante brecha que aleja a España de la mayoría de países de la UE y la sitúa en una delicada posición junto a sus socios mediterráneos, Grecia e Italia.

La estadística de Eurostat, que mide la evolución del poder adquisitivo ajustado por la inflación, subraya que aunque España ha logrado un aumento, se sitúa en la mitad del promedio de crecimiento de la UE-27. La situación es aún más dramática en Grecia e Italia, que han experimentado caídas en su poder adquisitivo durante el mismo periodo. Esta triada de países, a menudo agrupada bajo el nombre de «la periferia sur» de la Eurozona, emerge como la gran perdedora de las dinámicas económicas del continente en el siglo XXI.

Además, como suelen indicar algunos gestores y asesores fiscales, cuando existe un crecimiento económico cercano a la inflación, se pierde poder adquisitivo por el efecto de los impuestos: si la nómina pasa de 100 a 105 y el IPC sube en la misma proporción, se tributa sobre 105 euros, que valen lo mismo que el salario anterior, lo cual siempre perjudica a los contribuyentes, especialmente si pasan al tramo siguiente de IRPF. Durante los años posteriores a la covid y la invasión de Ucrania, los precios escalaron rápidamente, por lo que algunas patronales y sindicatos pidieron un acuerdo para deflactar los impuestos con el objetivo de distribuir el impacto de la inflación entre empresas, trabajadores y Estado, sin que Hacienda accediera a estos planteamientos.

El milagro polaco y el estancamiento español

Mientras el poder adquisitivo español se ha movido con timidez, el de países de Europa del Este ha despegado con una velocidad asombrosa. El caso más emblematico es el de Polonia, con un crecimiento del 91%. Este espectacular ascenso se explica en parte por el impulso de la convergencia posterior a la caída del telón de acero, pero también por una estratégica apuesta por el desarrollo de la industria y el turismo, los mismos motores económicos que tradicionalmente han levantado la economía española. La reorientación de las inversiones hacia estas nuevas potencias industriales con costes laborales más bajos está teniendo consecuencias directas en el sur.

La debilidad del poder adquisitivo español está intrínsecamente ligada al constante goteo de deslocalizaciones industriales, un fenómeno que golpea la espina dorsal de los salarios más altos del país. El sector industrial no es solo un pilar económico, sino también la principal fuente de ingresos bien remunerados. Según datos de la consultora ICTA, la industria es el sector mejor pagado de España, por encima incluso de la banca, lo que convierte la pérdida de tejido productivo en una pérdida directa de calidad de vida.

Un ejemplo de esta tendencia es la multinacional alemana Bosch, que ha protagonizado cierres significativos en Cataluña. La planta de Lliçà d’Amunt (Barcelona), dedicada a componentes de automoción, cerró sus puertas para trasladar su producción a la fábrica de Wroclaw, en Polonia. Este movimiento supuso el despido de cientos de trabajadores en una zona ya castigada por la salida de otras grandes compañías. Este tipo de movimientos no son aislados. Se suman a la pérdida histórica de la industria de la electrónica de consumo en Cataluña durante los años 90 y a la reciente crisis en el sector de la automoción, simbolizada por la fuga de Nissan y las constantes amenazas de reducción de producción en otras factorías. A pesar de que España mantiene el puesto de segundo productor de coches de Europa, la falta de estrategia y rumbo claros avivan el temor a una deslocalización masiva.

La entrada de España en la Eurozona, a principios de siglo, fue saludada como un hito de modernización y estabilidad. Sin embargo, algunos economistas ya alertaban de que la moneda única traería consigo una pérdida de competitividad industrial. El argumento era claro: al compartir el euro con la locomotora económica alemana, España perdía la posibilidad de devaluar su moneda (la peseta) para abaratar sus exportaciones. En esencia, se pasó a tener una peseta apreciada que dificultaba la venta de productos españoles en el exterior, mientras que Alemania, con lo que equivalía a un marco depreciado —pues procedía de una divisa más fuerte—, veía sus exportaciones —especialmente de coches y maquinaria— dispararse. Esta previsión se ha cumplido parcialmente. España se ha especializado de forma creciente en el sector servicios, principalmente el turismo, que genera empleos de menor valor añadido y peores salarios, y ha sacrificado parte de su músculo industrial.

La incapacidad de España para retener y desarrollar su industria se traduce directamente en la escasa evolución del poder adquisitivo. Mientras que en las economías más boyantes de la UE el aumento de la productividad en sectores de alto valor añadido se ha reflejado en mejores salarios, en España el estancamiento ha limitado las subidas salariales, incluso en épocas de crecimiento. Las cifras de Eurostat no son solo una estadística; son el reflejo de la vida diaria de millones de hogares españoles que, a pesar de los esfuerzos, ven cómo su capacidad de compra apenas se mueve, quedando rezagados respecto a sus vecinos europeos. La tendencia es clara: sin una reindustrialización decidida y la creación de empleos de alto valor añadido, la convergencia con Europa en términos de poder adquisitivo seguirá siendo una quimera para el sur de la Eurozona.

Publicidad