La salida de Goirigolzarri mete presión a BBVA para que Carlos Torres pierda poderes
El BCE trasladará la presión al grupo vasco, aprovechando la opa al Sabadell, para que el presidente deje de ser ejecutivo
La renuncia de José Ignacio Goirigolzarri en Caixabank cuestiona el poder de Carlos Torres en BBVA, ya que mete presión para que su presidencia deje de ser ejecutiva y sea meramente institucional, señalan fuentes financieras a THE OBJECTIVE, que añaden que es el siguiente en la lista para que haga un movimiento al respecto.
Desde hace tiempo, el BCE, quiere que haya una separación clara de funciones en la organización de los bancos bajo su supervisión y que sean los consejeros delegados los que aglutinen la toma de decisiones junto a los equipos directivos, dependiendo de todo el consejo de administración. Recientemente, el organismo daba un nuevo impulso para promover esta política. Un hecho que ha llevado a que el presidente de Caixabank haya decidido dimitir de manera voluntaria y la entidad no haya otorgado competencias de gestión a su sucesor, Tomás Musiesa, una vez asuma el puesto a partir de enero.
Las mismas fuentes apuntan a que la salida de Goirogolzarri traslada todo el foco a BBVA, a partir de ahora, dejando para más adelante al Santander, que son dos rara avis en el sector financiero europeo, al mantener presidencias ejecutivas. Las miradas van dirigidas principalmente a BBVA, ya que se da la circunstancia de que se encuentra en plena oferta de adquisición de acciones (opa) sobre el Sabadell, entidad con la que se quiere fusionar. Una operación que podría servir para que el grupo vasco hiciera las modificaciones pertinentes o se comprometiera con el BCE a hacerlas en un futuro no lejano, pasado un cierto tiempo tras la integración, siempre y cuando suceda.
Hay que tener en cuenta que cambios de tanto calado suelen producirse en el marco de este tipo de transacciones o de movimientos importantes en el seno de los bancos. La dimisión de Goirigolzarri llega tres años y medio después de la absorción de Bankia por parte de Caixabank. El presidente del Sabadell, Josep Oliu, dejó sus funciones ejecutivas tras la revolución de cúpula a principios de 2021, después de las fallidas negociaciones con BBVA para explorar una unión y de la situación crítica en la que se encontraba. Y el presidente de Unicaja, Manuel Azuaga, dejó su cargo a finales de 2023, varios años después de la fusión de Liberbank para que su sustituto siguiera las recomendaciones del organismo supervisor.
Goirigolzarri, a BBVA si la opa al Sabadell fracasa
El mandato de Torres en BBVA tiene que renovarse en la próxima junta de accionistas del banco, previsiblemente en marzo de 2025. Una reelección que podría tener lugar sin que la opa al Sabadell se haya resuelto y de la que en gran medida depende su futuro. De hecho, en los mentideros financieros se rumoreaba este miércoles que Goirigolzarri podría alzarse con la presidencia del grupo vasco si la operación con el banco catalán fracasara. Una entidad que conoce, ya que fue consejero delegado en la primera década de este siglo. Sería, señalaban estas especulaciones, el candidato del PNV, que sueña con volver a tener influencia en el que fuera el antiguo Bilbao Vizcaya.
BBVA está a la espera de la decisión que adopte en las próximas semanas la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC) sobre la opa. Este organismo podría aprobar, con ciertas condiciones, la operación de compra; podría abrir una segunda fase de análisis ante su complejidad, lo que dilataría los plazos hasta al menos marzo, o podría prohibirla. Pero también a la decisión que tomen los accionistas del Sabadell si se autoriza y la CNMV da luz verde al folleto para que vendan sus títulos al grupo vasco.
La situación del Santander es diferente a la de BBVA y la pérdida de poder de su presidenta, Ana Botín, se aplazaría en el tiempo, siendo la última pieza para que todo el sector se avenga a las exigencias del BCE de separar las funciones de la cúpula por completo. Primero, porque no está previsto que participe en una operación de calado como la de BBVA; segundo, por su mayor tamaño; y tercero, por el peso histórico de la familia Botín en el mando, a pesar de que su participación en el capital es baja, al ostentar poco más de un 1%.
Tanto BBVA y el Santander, en los últimos ejercicios, han ido rebajando las funciones de sus presidentes dentro de las organizaciones en favor de los consejeros delegados, pero aún les otorgan los máximos poderes, sobre todo en las cuestiones más troncales, como la estrategia.