El papa Francisco deja el Banco Vaticano con las cuentas más claras pero menos boyantes
La entidad de la Santa Sede ha reducido un tercio su beneficio durante su papado, pero se ha hecho transparente

Basílica de San Pedro del Vaticano | Europa Press
El Pontificado del papa Francisco ha supuesto un cambio radical en el Banco Vaticano, la institución que administra los fondos de la Santa Sede y dinero de clientes, después de décadas de escándalos que le llevaron a una situación muy complicada. Desde 2013, cuando fue nombrado la cabeza visible de la Iglesia, el Instituto para las Obras de Religión (OIR) -que es la denominación social con la que opera- ha dado pasos para ser mucho más transparente con sus números, aunque sus resultados están siendo menos boyantes que en el pasado.
Las cuentas recabadas por THE OBJECTIVE, reflejan que sus resultados en los últimos ejercicios son muy inferiores a los que presentó en 2012, el primer año en que se hicieron públicos sus estados tras 70 de funcionamiento. Entonces, justo antes de que Jorge Mario Bergoglio tomara con el timón de mando, el beneficio de Banco Vaticano alcanzó los 86,6 millones de euros, mientras que en 2023 -el más reciente declarado- apenas llegaba a los 30,6 millones.
Por tanto, en este periodo las ganancias obtenidas por la entidad de la Santa Sede han caído en picado, un 64,6%. Si bien, la rentabilidad ahora es significativamente superior a la de 2021, cuando el resultado únicamente fue de 18 millones. En 2022, rozó los 30 millones.
Banco Vaticano, que no es un banco como tal al no realizar préstamos y no tener fines de lucro, se vio afectada por la mala reputación de sucesivos escándalos de corrupción durante décadas, que le supusieron salidas de fondos y pérdidas de rendimientos, y por la etapa de tipos de interés negativos de 2016 a 2022 como cualquier otra firma financiera. Hay que destacar en este sentido que el dinero de los clientes y sus fondos los invierte, entre otros activos, en bonos y obligaciones de Estado y en el mercado interbancario, ambos muy ligados al precio oficial del dinero. Pero además, desde 2012, ha ido perdiendo usuarios, muchos de ellos ligados al clero, a organizaciones religiosas y a la propia plantilla de la Santa Sede, al pasar de los 19.000 a los 12.600 (un tercio del total).
Los reiterados casos llevaron a la Santa Sede a poner en marcha un plan de transparencia y cambios radicales en su gestión. Un proyecto que se inició con Benedicto XVI, el antecesor de Francisco, pero que se ha fraguado bajo el poder de este último. Apenas meses después de acceder al trono de San Pedro, Banco Vaticano informó por primera vez sobre sus cuentas, que estaban auditadas por en experto independiente, y en los ejercicios siguientes realizó cambios en el equipo directivo para hacerlo más profesional, al igual que impulsó comisiones para que la gestión sea lo más eficiente y legalmente establecida.
En 2010, antes del nombramiento del papa Francisco, la institución se tuvo que someter a las reglas sobre el lavado de dinero promovidas por Benedicto XVI para adaptarse a la normativa internacional. Por entonces, las autoridades judiciales italianas estaban investigando a Banco Vaticano por varias causas de blanqueo de capitales y llegaron a incautar 23 millones de euros. En aquel año, la institución financiera de la Santa Sede se encontraba en la lista negra por su opacidad. Un caso que sumaba a otros del pasado, como el de Banco Ambrosiano, del que la entidad del Vaticano era el principal accionista, en la década de los 80 y 90, y que no sería el último.
En 2013, ya con Francisco como papa, la policía italiana arrestó a Monseñor Nunzio Scarano, de 61 años, sospechoso de participar en el desvío de millones de euros del Banco del Vaticano. El prelado trabajó como contador de la administración financiera y había ayudado a algunos amigos ricos a tomar valores grandes de Italia.
Los cambios llevados a cabo desde ese momento han sido visibles y todavía quedan cosas por hacer, algo que tendrá que impulsar el sucesor del jesuita argentino, que falleció este lunes a los 88 años. Unas modificaciones que fueron materializadas por la presión ejercida, entre otros, de la Comisión Europea y del Banco de Italia, para que se deshiciera de su mala reputación y cumplir con las exigencias bancarias internacionales. En el proceso de renovación efectuada en los últimos años, un español se ha sumado a sus filas como consejero. Se trata del ex consejero delegado del Santander, actual máximo responsable de Singular Bank, Javier Marín, que en 2016 fue designado miembro del órgano rector de Banco Vaticano.
La institución financiera de la Santa Sede tiene unos activos valorados en 2.400 millones y su patrimonio social roza los 700 millones. Pese a que sus beneficios son muy inferiores ahora que hace años, Banco Vaticano es el más sólido del mundo en la actualidad, ya que su capital supera con creces el del resto, al llegar al situar su ratio cerca del 60%. Aunque hay que tener cuenta que sus riesgos también son bajos, al no conceder préstamos que luego pueden declararse insolventes.