La productividad de la economía española cierra el año entre las más bajas de la UE
Los expertos señalan que el crecimiento de la población no se ha traducido en una mejora de la calidad del trabajo

Yolanda Díaz, titular de la cartera de Trabajo. | Ricardo Rubio | (EP)
La productividad de la economía española no está para grandes fiestas. Los datos de Eurostat confirman que entre 2019 a 2024 —el último registro—, la de España se sitúa de forma persistente entre las más bajas de la UE. En los últimos años, según el informe de Coyuntura del Instituto de Estudios Económicos, España ha mantenido alrededor de 58.000 euros por trabajador, una cifra significativamente inferior al estándar europeo, de modo que —señala el Instituto de Estudios Económicos (IEE) que dirige Gregorio Izquierdo Llanes—, «esta brecha refleja un problema estructural, dado que, la economía española genera menos valor añadido por trabajador que la mayoría de las economías comparables».
El IEE parte de la base de que los niveles de productividad sirven para entender la evolución del PIB per cápita. Teniendo en cuenta que el nivel de renta por habitante se descompone en factores demográficos, tasa de empleo y productividad, de todo ello, se colige que «un país con productividad reducida parte con una desventaja estructural. E incluso esta brecha refleja un problema estructural, ya que la economía española genera menos valor añadido por trabajador que la mayoría de las economías comparables».
Con datos de Eurostat, la evolución de la productividad en España entre 2019 y 2025 refleja un estancamiento estructural. Eso se puede ver cuando la productividad por hora trabajada apenas avanza un 1,9% en siete años, mientras que las horas medias trabajadas por ocupado se mantienen prácticamente constantes tras el ajuste de 2020. «Este comportamiento —explica el Instituto de Estudios Económicos, que preside Íñigo Fernández de Mesa— indica que la economía española no está generando más valor por unidad de trabajo, lo que limita la competitividad y la mejora de la situación socioeconómica. Además, mientras que, en paralelo, los indicadores macro ofrecen una imagen de crecimiento económico, las empresas continúan enfrentando dificultades para elevar su productividad o invertir en innovación».
Deterioro de la productividad desde 2018
Los expertos consultados por este medio han coincidido en que el acuciante problema de la productividad, asignatura pendiente de la economía —puesto que el PIB crece de manera descompensada al compararlo con esta—, es un crecimiento insano y puramente coyuntural.
En estos términos se pronuncia el economista y colaborador de TO Santiago Sánchez López. Para él, «el hecho de que el PIB agregado crezca no implica automáticamente que mejore el bienestar medio. En España, una gran parte del crecimiento se apoya en un aumento rápido de la población, que se emplea mayoritariamente en trabajos de baja productividad, de modo que el PIB puede marcar tasas relativamente buenas, mientras el PIB per cápita avanza poco y la convergencia con Europa se vuelve más lenta».
Esto, mantiene, es especialmente visible cuando, además, se mira en términos reales (descontando inflación): el PIB nominal puede verse empujado por precios, mientras que lo importante, la renta real per cápita, refleja cómo se ha desplomado la capacidad de compra del ciudadano medio. Y la clave es que el patrón de crecimiento está siendo extensivo y no intensivo. Desde 2019, «el aumento del PIB se explica casi íntegramente por la creación de empleo, con una mejora de productividad prácticamente nula: si el PIB sube parecido a la ocupación, la producción por trabajador se estanca y, con ella, el margen para subidas sostenidas en el tiempo de salarios reales que permitiría cerrar brechas de renta con los países más avanzados de la UE».
Dicho de otra forma, «se está sumando actividad, pero no elevando suficientemente el valor añadido por ocupado, lo que genera una economía capaz de crecer sin traducirse en una mejora proporcional del nivel de vida. De hecho, el diagnóstico que podemos hacer es de un deterioro relativo de la productividad por empleado desde 2018, frente a mejoras en la media europea».
El discurso de los brotes verdes
Para el profesor universitario, economista y director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria, José María Rotellar, «el PIB crece, pero su composición es insana, porque está basada en el gasto público y en la acumulación de población, donde se sustituye alto valor añadido por otras actividades de menos cualificación».
«Esto implica que el crecimiento del corto plazo no es más que un espejismo, mientras se daña la estructura económica española de medio y largo plazo, porque el gasto está sustituyendo a la inversión, a la que está expulsando. Y eso hace que aunque el crecimiento de corto plazo sea mayor en España, entre otras cosas porque veníamos de niveles más bajos y por la revisión extraordinaria que se produjo en el PIB después de que la propia Calviño confesase que le aconsejaron una metodología determinada al INE, cada vez perdamos más posiciones en PIB per cápita en relación con la media de la Unión Europea».
El economista Javier Santacruz se suma a esta línea argumental y subraya además que prácticamente «se está repitiendo el discurso económico de los años 2007 y 2008, cuando decíamos que el PIB agregado iba muy bien pero las economías domésticas no lo notaban porque había inflación, empleo precario, impuestos directos elevados, las rentas reales crecían muy poco y, aun así, crecían por encima de la productividad». Pues bien, «estamos en una fase del ciclo muy similar y con unos problemas de traslado de lo que pasa en la macro hacia la micro».
El economista Lorenzo Bernaldo de Quirós también subraya el acuciante problema de productividad que detectan todos los organismos especializados, tanto nacionales como internacionales, como es el caso de Eurostat. En su opinión, «la economía española está a punto de cerrar 2025 con un crecimiento asentado sobre arenas movedizas, entre otras cuestiones, porque es insostenible e incapaz de generar un incremento de la productividad capaz de elevar el PIB potencial y el nivel de vida de los españoles. De forma que el modelo está agotado y solo tiene rendimientos decrecientes».
