La casa de Charles Dickens en Kent, reconvertida en museo para celebrar al autor de Grandes esperanzas, ha amanecido con una nueva decoración: una pintada que lo acusa de «racista». La autoría de la protesta recae en un exconcejal ecologista llamado Ian Driver, que no se arrepiente de «nada» y que tiene claro quién es el «verdadero» Dickens: «Un racista genocida».
En contexto: el vándalo considera que se debería recordar al excelso novelista por ser un «racista». Es paradójico, pues una de las grandes decepciones del autor británico al visitar los Estados Unidos fue comprobar la dureza de la esclavitud al otro lado del océano.
Dickens dejó escrito cómo le horrorizó que Estados Unidos, al tiempo que propugnaba el bien supremo de la libertad, permitía el mercado de humanos: «Para ellos, la libertad es poder oprimir, ser salvaje, cruel y sin piedad». Sin embargo, Ian Driver cree que la existencia de este museo de Dickens es una prueba más del «racismo institucionalizado».
No es el primer acto de vandalismo que se ha producido en las últimas semanas. El propio Cervantes ha sido foco de discusión: unos manifestantes pintaron su rostro de rojo en una estatua de San Francisco y dejaron una nota al pie: «Bastard«. La acusación es la misma: supuesta complicidad con la esclavitud. Precisamente Cervantes, que fue esclavo.