THE OBJECTIVE
Juan Luis Cebrián

El trío de la bencina: Sánchez, Illa, Zapatero

«Si la justicia, la prensa y las urnas no ponen coto al desvarío moral e intelectual de estos personajes, acabarán incendiando peligrosamente nuestra convivencia»

Al hilo de los días
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El trío de la bencina: Sánchez, Illa, Zapatero

Ilustración de Alejandra Svriz.

Bochornoso y patético. Esos fueron los calificativos públicamente adjudicados por el jefe del Gobierno al esperpento protagonizado en sede judicial por su señora esposa. No podría haber escogido mejor los términos. Según la RAE bochornoso es algo ignominioso y sofocante mientras que patético puede significar conmovedor, pero también ridículo. Elementos todos ellos nucleares para el guión cinematográfico sobre esta historia de amor, corrupción y poder, en la que ya trabajan profesionales del género, sabedores de que la obligación  principal de los políticos es entretener al personal. Menos acertado estuvo en cambio nuestro líder carismático cuando definió los perfiles de la trama, que ya protagoniza él mismo, como un «no caso». De regreso al diccionario, un caso es entre otras cosas «cada uno de los asuntos en cuya averiguación trabaja la Policía o que se dirimen en juicio ante los tribunales de justicia», definición que viene como anillo al dedo al tema que comentamos.   

El caso Begoña existe, independientemente de cuales sean su desarrollo y apoteosis final, porque además es un «suceso notorio, escandaloso o incluso delictivo, cuyas circunstancias atraen la curiosidad del público». Pero no es el único; coincide en el tiempo y en algunos de sus personajes con otros sucesos menos divertidos, más preocupantes e incluso terroríficos. Ahí están la administración de los resultados electorales en Cataluña o la manipulación criminal del sufragio en las elecciones venezolanas. Al margen el abismo que separa la gravedad de ambos hechos, coinciden en el ufano protagonismo de una sedicente izquierda progresista que antepone su usufructo del poder al interés general de la ciudadanía. En el caso catalán Sánchez es ya el protagonista, no su consorte, y en el de Caracas, Zapatero la estrella invitada en un cruel escenario de violencia y muerte

«El preacuerdo pactado con Esquerra constituye un paso más en la demolición de nuestra democracia»

Para lograr investir a su president de la Generalitat la dirección socialista continúa aplicando el mismo método utilizado en el nombramiento de Sánchez al frente del Ejecutivo, después de que perdiera ostensiblemente las elecciones: la compra a los independentistas de los votos necesarios, a cambio de favores jurídicos y dádivas económicas. Illa resultó vencedor indiscutible en las urnas, pero el preacuerdo pactado con Esquerra, hasta donde lo conocemos, vulnera los principios constitucionales y constituye un paso más en la demolición de nuestra democracia.

Merece la pena resaltar la peculiar personalidad del candidato a president y las declaraciones del Jefe Nacional del PSOE sobre la decisión adoptada. Salvador Illa, tachado de ser el más españolista del socialismo catalán juguetón con la independencia, se ha revestido de un áurea de moderación, como si fuera paladín del tradicional seny y un político atento a las necesidades de la gente. Esa figura impostada concuerda mal con su comportamiento pasado. Abandonó casi furtivamente sus responsabilidades como ministro de Sanidad en plena pandemia, después de una desastrosa gestión que llevó a augurar al director de emergencias sanitarias, un mes antes del decretar el estado de alarma, que en España no habría más de dos o tres casos y no muy graves.

Illa salió indemne políticamente de la hecatombe de su gerencia, sobre cuyas devastadoras consecuencias nunca ha dado la cara que se sepa. Ahora cabe preguntarse si el desvarío antidemocrático de su pacto con Esquerra, que hubiera podido tratar de solventar con una repetición de los comicios, le procurará algún tipo de incomodidad moral cuando se encarame al poder, nada menos que con el calificativo vitalicio de muy honorable presidente. Quizás la palabra honor tenga significado distinto al habitual en el mataburros léxico de su partido.   

«Existen fundados motivos para interpretar que lo que el PSC-PSOE y ERC han pactado es tan inconstitucional como la amnistía»

Será por esa visión distorsionada sobre el prestigio moral por lo que Sánchez ha expresado enfático respeto por su nuevo aliado a sueldo, cuando dice que «partidos grandes como ERC con más de 90 años de historia, y el PSOE (PSC) deben entenderse». No es recomendable recurrir a la memoria histórica para elogiar el pasado lejano de esas formaciones. Socialistas y Esquerra Republicana protagonizaron sendos levantamientos armados contra la II República Española en 1934, y los historiadores coinciden en señalar dichos acontecimientos como prólogos de una espantosa guerra civil resuelta por nuestra Constitución vigente, que los separatistas se muestran siempre dispuestos a traicionar. 

Otra confusión lexicográfica de nuestro enamorado líder se refiere a su entendimiento del sistema federal. Yo mismo vengo insistiendo hace más de 20 años en que una de las reformas que la Constitución del 78 precisa es encaminar el funcionamiento de las autonomías a un sistema federal clásico, que garantice la solidez del gobierno central y sus atribuciones exclusivas, imposibles de transferir a las autonomías. Nuestra Carta Magna está inspirada en buena medida en la alemana. El artículo 155, que el Senado aplicó en su día para reprimir los delitos del procès y su persecución por la justicia, es casi el calco de una disposición similar de la Ley Fundamental de Bonn. Con él se trata de asegurar y proteger la lealtad de sus diversos componentes a la federación misma. En nuestro caso, entre las atribuciones exclusivas del Estado está la Hacienda general. Huérfanos de información como estamos, existen fundados motivos para interpretar que lo que el PSC-PSOE y ERC han pactado amenaza ese precepto y es tan inconstitucional como la amnistía. Con ambas medidas la política sanchista no hará sino potenciar la desigualdad entre los españoles, traicionando sus promesas electorales a cambio de sus personales prebendas gubernamentales.

Semejantes felonías políticas palidecen no obstante ante la complicidad del presidente Rodríguez Zapatero con un tirano banderas como Maduro que ha logrado hundir en la miseria, el dolor y la injusticia, a un país de la comunidad mundial hispana, obligando a más de siete millones de venezolanos al exilio en uno de los mayores desplazamientos de población que la historia recuerda. Como Illa, Zapatero abandonó anticipada y apresuradamente el poder después de que su incompetencia le llevara a negar la crisis financiera mundial y fuera incapaz de tomar medidas tempranas que ayudaran a atajar sus consecuencias para España. Como Sánchez, renegó de la socialdemocracia, tachada de felipista, y se entregó a las pulsiones nacionalistas del propio socialismo catalán, a cambio de un puñado de votos que le permitieran encaramarse al poder del PSOE, sin más bagaje intelectual y político que su audacia. 

«Zapatero guarda ominoso silencio sobre la reciente estafa electoral perpetrada por sus socios en Venezuela»

Ahí comenzó la deriva iliberal de nuestra democracia, que ha seguido promoviendo con sus contactos internacionales. Ahora, entregado a los encantos del Gobierno de Maduro, quien ha basado su poder en la corrupción y abarrotado las cárceles de presos políticos, Zapatero guarda ominoso silencio sobre la reciente estafa electoral perpetrada por sus socios y la brutal represión de las manifestaciones populares que reclaman limpieza democrática. 

Sánchez, Illa, Zapatero. Este verdadero Trío de la bencina es bochornoso y patético, por utilizar adjetivos tan gratos al habitante de la Moncloa. Pero lejos de pelearse por la política, como lo hicieran por una dama los protagonistas de la famosa comedia de ese título, han decidido apoderarse de ella, dispuestos al parecer a violar sus normas y renunciar a cumplir sus promesas electorales a cambio de los ensueños y aún los orgasmos del poder. Tan peligroso juego ha acumulado combustible suficiente para que una simple chispa provoque una explosión de considerables proporciones. El fugitivo Puigdemont, engañador engañado, amenaza ahora con arrojar la llama. Si la justicia, la prensa y las urnas no ponen coto al desvarío moral e intelectual de estos personajes, acabarán incendiando peligrosamente nuestra convivencia. 

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