THE OBJECTIVE
Juan Luis Cebrián

La hora de todos y los crímenes del amor

«La degradación a la que el discurso del actual PSOE ha condenado el transcurrir de nuestra política comienza a parecerse a un crimen de lesa democracia»

Al hilo de los días
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La hora de todos y los crímenes del amor

Ilustración de Alejandra Svriz.

«Las coaliciones son siempre muy pujantes para derribar pero son siempre impotentes para crear». Esta frase de Emilio Castelar, el mejor orador político español en las históricas luchas por nuestra democracia, fue pronunciada hace ya siglo y medio, pero parece haberse escrito ahora. La coalición Frankestein de Sánchez fulminó primero al Gobierno minoritario de Mariano Rajoy y mandó a la oposición al partido de Feijóo, pese a haber perdido el PSOE las elecciones. Más de un año después los socialistas están en el Gobierno pero son incapaces de gobernar: han sustituido las ideas por el relato, y los discursos por los insultos, aunque ni siquiera en esto se muestran muy imaginativos, ni ellos ni la oposición.

La oratoria no es desde luego el fuerte del presidente del Gobierno. Cuenta con un buen número de asesores, jóvenes egresados de importantes universidades de todo el mundo, que según dicen le ayudan en el establecimiento de políticas públicas y en mantener la coherencia de la gestión. Algunos de ellos le inspiran los discursos, por lo que quizás no sea él mismo el autor de la estupidez de calificar la investigación judicial a su esposa por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios como un «no caso». Es un caso de una gravedad política todavía no medida como debiera por su compañero, que ha declarado en público estar profundamente enamorado de ella. 

Amor y enamoramiento son palabras que desde María Antonieta o Josefina hasta Elena Ceaucescu, sin olvidar a Evita Perón, han estado en la cultura popular ligadas profundamente a la acción política. Francesco Alberoni, uno de los mayores expertos en la cuestión, asegura que «el paso del enamoramiento al amor requiere siempre amar a alguno que te pide te conviertas en un criminal». Espero que no llegue a tanto la situación que nos ocupa. Pero aun si la decisión del magistrado no fuera abrir juicio a la dama, las feministas habrán comprendido que hay leyes inmutables en la naturaleza: también en el sanchismo la seducción sexual es una vía adecuada para la obtención de beneficios. 

En su pelea con la gramática y en busca de una prédica supuestamente ingeniosa el jefe del Gobierno se ufanó hasta el punto de explicar en el Parlamento que desde la «a» de Ayuso a la «z» de Zaplana todas y cada una de las letras del alfabeto designan algún caso delictivo de la oposición. Lo malo del chiste es que también desde la «a» de Ábalos a la «z» de Zapatero, pasando por la «b» de Begoña, la «e» de los Ere o la «k» de Koldo, el abecedario nos recuerda que la desvergüenza se ha instalado en la Moncloa para descrédito de un partido que un día fue emblemático de la construcción de la democracia en nuestro país.

No estamos empero ante una acumulación de errores de un político inexperto, sino ante un plan determinado que parte de la convicción autoritaria de que el fin justifica los medios. Debo agradecer a Marina Pérez de Arcos, investigadora y docente en las más prestigiosas universidades, un artículo esclarecedor a este respecto. En él desvela la condición intelectual del nuevo jefe de gabinete del presidente Sánchez que, junto con un grupo de académicos financiados por el presupuesto público, ha sido contratado para mejorar la imagen y las expectativas electorales del Gobierno. El método sugerido se basa al parecer lisa y llanamente en la mentira. Según el esforzado intelectual convertido en alto funcionario monclovita, al que por su apellido podremos llamar en el futuro el Rubio, «la simulación y la disimulación son técnicas ventajosas y extremadamente útiles para progresar en la vida».

«Su endeblez intelectual, de la que la ministra de Educación es esplendoroso ejemplo, es solo comparable a su deterioro ético»

Claro que no hay que estudiar en Oxford para saber estas cosas. En el terreno de la política desde Aristóteles a Maquiavelo han sido clasificadas y ponderadas convenientemente, aunque los más prácticos prefieren la lección de Mao Tse Tung para quien «el poder reside en la punta del fusil». Frente a ello, los estrategas del sanchismo prefieren la punta del bolígrafo con que redactan decretos y reglamentos que les permitan tomar por asalto todas las instituciones y empresas públicas del Estado. La última víctima, ayer mismo, ha sido Radio Televisión Española gracias al ingenio sectario de quienes han olvidado las enseñanzas morales de su maestro Pérez Rubalcaba.

La degradación a la que el discurso del actual partido socialista ha condenado al diario transcurrir de nuestra política comienza a parecerse a un crimen de lesa democracia. No sabemos si es el precio a pagar a fin de que el enamoramiento presidencial desemboque en amor del bueno. Pero los discursos balbucientes de sus protagonistas aumentan el delito al ensañarse con la gramática, el diccionario, y la práctica de la oratoria. Su endeblez intelectual, de la que la ministra de Educación es esplendoroso ejemplo, es solo comparable a su deterioro ético.

Como consecuencia de ello el insulto y la mentira han sustituido definitivamente al debate y al diálogo en nuestra monarquía parlamentaria. No solo es responsabilidad del aprendiz de sátrapa que nos desgobierna. La pobreza argumental de los portavoces de los dos primeros partidos, y el silencio culpable de los escasos ministros y ministras que todavía podrían aspirar al respeto de sus electores, son agónicos signos del final de una etapa histórica.

«El consenso constitucional está hecho añicos y la polarización política ya se ha contagiado a la sociedad civil»

El consenso constitucional está hecho añicos y la polarización política ya se ha contagiado a la sociedad civil en medio de ufanas previsiones sobre el crecimiento de la economía. Pero las cifras macro no bastan para esconder a la gente corriente, la gente de verdad, su pérdida de poder adquisitivo, o la ineficacia de la gestión gubernamental en la vivienda, la educación, el transporte ferroviario y tantas otras cosas. Reverdece la protesta social contra el sistema, la misma que en su día agitaron los supuestos enemigos de la casta, hasta que purgaron sus frustraciones incorporándose a aquella. 

La legislatura podrá durar tres días, tres meses o tres años. Da lo mismo porque tendrá un final que Quevedo ya describió con maestría. Los codiciosos, escarmentados por la situación, se apartarán de los tramposos, quienes «por no pagar de balde sus embustes» se embestirán unos a otros, disimulando al tiempo su antigua complicidad y jurando en admirable prosa: «Antes moriré de hambre pegada la boca a la pared que hacer ruindad». Así lo narra el maestro en su opúsculo La hora de todos. A todos en efecto nos ha de llegar y a su debido tiempo. La justicia es lenta pero implacable. Y el poder aprenderá que los crímenes del amor no dejan de ser crímenes, diga lo que diga el Tribunal Constitucional.

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