THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Escribirlo todo

«La obsesión con la memoria colectiva puede ser igual de nociva que el olvido»

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Escribirlo todo

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hace un par de años fui a la casa natal de mi padre, en Polonia. Cuando nació en ella en 1940, la ciudad se llamaba Elbing y era alemana. En 1945, cuando la abandonó ante la llegada del Ejército Rojo, pasó a formar parte de Polonia y se renombró como Elblag. Era mayo y hacía buen tiempo. Mi padre me había indicado qué piso era. 

No me atreví a llamar al timbre (¿qué podía decir? ¿en qué idioma?), así que me senté en un banco en la calle. Llevaba meses escribiendo un libro sobre su vida como refugiado. Estar frente al lugar donde empezó todo me parecía importante. 

Observé un rato, grabé con el móvil el sonido ambiente, un hombre sacó a pasear a su perro, dos chicos volvían del colegio con mochilas. A los diez minutos me marché. No había mucho más que hacer. Cuando llevaba un rato andando, cambié de opinión. Debía volver y quedarme un rato más frente a la casa, exprimir el momento y el lugar, tan trascendentales. En el diario de ese día, escribí: «Tengo la sensación constante de no exprimir suficientemente los lugares y las experiencias».

En su librito En curso. El final del diario, que acaba de publicar la editorial Alpha Decay, la escritora estadounidense Sarah Manguso habla de su obsesión con un diario que comenzó en la adolescencia. Veinticinco años, casi un millón de palabras. Manguso sentía que si no escribía sobre lo vivido, no lo había vivido del todo. Había momentos demasiado «llenos» de contenido como para permitir que desaparecieran en el olvido. Era una manera irracional de controlar el paso del tiempo. «Quería simplemente retener toda la memoria de mi vida, controlar el itinerario de mis visitas, y olvidar lo que yo quería olvidar». 

«Cada día son dos: el real y vivido, y el revivido en la escritura»

El libro no es una selección de sus diarios, que son inéditos y se niega a publicar, sino una reflexión sobre esa obsesión con el registro obsesivo de su vida. A veces recuerda al relato Del rigor de la ciencia de Borges, en el que aparece la idea de un mapa a escala 1:1. Manguso acaba viviendo exclusivamente para el diario (en un tuit, el cineasta Julián Génisson dijo: «He empezado a llevar un diario para obligarme a tener una vida interesante»). Está lleno de reflexiones brillantes sobre el tiempo y la memoria. «Hoy ha sido un día muy lleno, pero el problema no es hoy», escribe Manguso. «Es mañana. Sería capaz de recuperarme de hoy si no fuera por mañana. Debería haber días extra, días búfer, entre los días reales». Cada día son dos: el real y vivido, y el revivido en la escritura. 

En Yoga, el escritor francés Emmanuel Carrère escribe: «No tengo acceso directo a la experiencia, siempre debo adosarle palabras […] qué bien estaría, qué relajante sería, qué inmenso progreso hacer menos frases y ver más». Manguso al final acaba salvándose de su obsesión con el diario; lo que le salva es la maternidad. «Entonces me convertí en madre. Empecé a vivir el tiempo de otra manera. Tenía algo que ver con la mortalidad. Seguí escribiendo el diario, pero mi preocupación por los recuerdos perdidos empezó a remitir». Descubre que, igual que antes consideraba que el recuerdo obsesivo (a través del diario) era lo que le permitía vivir de verdad, ahora considera que es el olvido lo que le permite seguir viviendo: «Llegué a comprender que los momentos olvidados son el precio de seguir participando en la vida, una fuerza indiferente al tiempo». 

Estas reflexiones tienen una traducción política. La obsesión con la memoria colectiva puede ser igual de nociva que el olvido total. En su libro Contra la memoria, el escritor David Rieff dice que «incluso si al olvidar se comete una injusticia con el pasado, esto no implica que al recordar no se cometa una injusticia con el presente, condenándonos a sentir el dolor de nuestras heridas históricas y la amargura de nuestros resentimientos históricos mucho más allá del extremo, por nuestro bien y el de la posteridad, en el que debimos dejarlos atrás».

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