Somos siempre principiantes
«La nueva película de Jonás Trueba, ‘Volveréis’, ha convencido casi unánimemente a la crítica. Es comprensible porque es, sin duda, su mejor trabajo»
Hay una secuencia de La reconquista, mi película favorita de Jonás Trueba hasta Volveréis, en la que dos adolescentes, interpretados por Candela Recio y Pablo Hoyos, escuchan una canción de Rafael Berrio en la habitación de ella. Llevan poco tiempo saliendo y todavía son torpes, se tantean, se aproximan el uno al otro con cuidado, como con miedo a que se rompa lo que está surgiendo entre ellos. Ella es un poco más lanzada, él es grandote y torpe y silencioso, un Frankenstein enamorado (en otra escena, le pide a ella que se agarren de la mano como si le estuviera saludando con un apretón de manos). La canción que suena es Somos siempre principiantes, que contiene una verdad universal: «Somos siempre principiantes. Somos siempre principiantes y el amor no acaba. Duras penas: Eso nos depara. Porque nadie sabe nada de su propio amor». La escena forma parte de la segunda parte de la película; en la primera los dos amantes se reencuentran décadas después y rememoran su primer amor. Especialmente en la segunda parte, La reconquista es un prodigio de ternura, naturalidad, complicidad, emoción contenida, sutileza.
La nueva película de Jonás Trueba, Volveréis, ha convencido casi unánimemente a la crítica (quizá más en el extranjero que aquí: el otro día Le Monde le daba cuatro estrellas sobre cuatro, recibió el premio a la mejor película europea en la Quincena de Cineastas de Cannes). Es comprensible porque es, sin duda, su mejor película. Pero no deja de ser un combinado de sus obsesiones, su estética, su visión del cine y del amor, que ha ido mostrando en todas sus películas. Por eso me cuesta comprender el rechazo que ha producido durante años en cierta cinefilia (¡madrileños paseando por Madrid y citando libros!, bromean algunos, como si eso fuera algo malo o como si eso no fuera simplemente un 5% de su cine) y la aprobación de la que goza hoy de pronto. El genio que se ve en Volveréis ya estaba en La reconquista, en La virgen de agosto, en los estupendos documentales de su proyecto Quién lo impide, incluso en sus filmes-miniaturas y experimentos a la Hong Sang-soo (Los exiliados románticos, Tenéis que venir a verla). Volveréis es quizá una mejor versión de sus películas previas, pero obviamente no podría existir sin ellas.
Es cierto que su nueva película funciona en todos los frentes. Su premisa es inmejorable: una pareja decide cortar tras quince años y planea una fiesta de despedida. Parece una screwball comedy. De hecho, la película hace guiños a ese género cuando uno de los personajes, el padre de ella, interpretado excelentemente por Fernando Trueba, recomienda un par de libros de Stanley Cavell, que estudió a fondo las comedias románticas de los años treinta y cuarenta. Itsaso Arana, Vito Sanz y Jonás Trueba, que han escrito juntos el filme, dijeron durante la promoción que vieron de nuevo todos los filmes que analiza Cavell en el libro: La fiera de mi niña, de Howard Hawks; Historias de Filadelfia, de George Cukor; Las tres noches de Eva, de Preston Sturges; Luna nueva, de Howard Hawks; La costilla de Adán, de George Cukor; La pícara puritana, de Leo McCarey, y Sucedió una noche, de Frank Capra.
A lo largo de la película, que es intencionadamente repetitiva y al mismo tiempo altamente adictiva, la pareja va anunciando la idea a familiares y amigos: «Es como una boda, pero al revés».
«Volveréis es una exploración del concepto «amor-repetición», que Kierkegaard define como ‘el único dichoso’»
En ese proceso, sus emociones y posiciones van cambiando. El tono del filme es perfecto, a veces melancólico y pausado, otras hilarante y verboso. Vito Sanz, que por su desparpajo y campechanía podría haberse quedado atrapado en papeles humorísticos, consigue (como en La Virgen de agosto) construir un personaje solemne y vulnerable. El personaje de Itsaso Arana, que tiene cierta dureza y parece la más convencida del plan, se va ablandando con el tiempo. Planeando su ruptura, la pareja descubre por qué han durado tanto tiempo juntos.
Jonás Trueba es un autor que vuelve siempre a los mismos temas. Tengo simpatía por ese tipo de creadores. A vuela pluma, se me ocurren varios que juegan a lo mismo: Philip Roth, Patrick Modiano, Annie Ernaux, Hong Sang-soo… No tienen mucho que ver unos con otros, pero todos se dedican (en realidad la mayoría de autores son así, pero estos más) a dar vueltas alrededor de un Gran Tema. Sus tanteos, aproximaciones, sirven para ver ese Gran Tema desde otro lado, para comprenderlo mejor en otro momento, para revisarlo y reformularlo.
Volveréis es una exploración del concepto «amor-repetición», que Kierkegaard define (cuidado, los personajes leen la siguiente cita en la cama) como «el único dichoso. Porque no entraña, como el del recuerdo, la inquietud de la esperanza, ni la angustiosa fascinación del descubrimiento, ni tampoco la melancolía propia del recuerdo. Lo peculiar del amor-repetición es la deliciosa seguridad del instante». Lo que es una teoría del amor es también, en esta brillante película, una teoría del cine. Y una teoría del arte que vuelve siempre a lo mismo, que se repite y da círculos para extraer algo bello y duradero del instante.