The Objective
Ricardo Dudda

El autor como promotor

“El artista contemporáneo, y me refiero a aquellos con presencia mediática y cierto éxito, hace una obra pero la obra no está terminada hasta que la promociona”

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El autor como promotor

Fotograma de 'Sirat'. | Movistar

El artista contemporáneo es también un crítico de su obra. O, más que un crítico, porque obviamente no habla negativamente de su trabajo, es su principal intérprete. El artista contemporáneo, y con esto me refiero a aquellos con presencia mediática y cierto éxito, hace una obra pero la obra no está terminada hasta que la promociona. Cuando va a la radio, a la tele, lo entrevistan en periódicos, ahí es donde la explica y, de alguna manera, culmina. Se ha escrito mucho sobre cómo una obra realmente no está terminada hasta que el lector/espectador la lee/ve y procesa y hace suya. Es una visión romántica y casi metafísica, pero me resulta simpática: hay tantas obras como tantos lectores/espectadores hay. En nuestra cultura hipermediática, en cambio, la obra no está terminada hasta que el autor no la resuelve como un puzle en la radio o la tele.

Es lo que ha pasado en la promoción de Sirat, del director gallego Óliver Laxe. La película la ha desgranado profundamente Manuel Arias Maldonado en este medio (aunque discrepamos radicalmente: a mí me parece una película tramposa, efectista, inmoral y fea). Y también la ha desgranado fervorosamente el director durante la promoción. Esto ha provocado una paradoja: la película no transmite nunca lo que el director dice que quería transmitir con ella. Es un fenómeno fascinante que me recuerda también a la recepción de Megalópolis, es decir: Coppola quería transmitir un mensaje solemne de degradación de la civilización occidental, pero muchos que la disfrutaron les gustó como un experimento camp y kitsch divertidísimo e irónico. En Sirat hay varios momentos cómicos, y viendo las explicaciones de Laxe, la intención no era en absoluto esa.

“El artista tiene que comer, pero a veces en ese proceso de promoción acaba comiéndose a su propia obra”

Sirat, una obra que demanda(ba) digestión, ha sido saboteada por su sobreexplicación”, ha escrito el crítico cultural Frankie Pizá. “¿Dónde está el límite entre presencia y empacho? La promoción ya no es periférica a la obra, sino parte obligatoria del ‘producto cultural ampliado’. […] Acaba secuestrando el espacio del consumidor para sacar sus propias conclusiones y disfrutar de la obra”. Vivimos en una era de la sobreexplicación. La viralidad no solo crea el hype, sino el exceso de semiótica, de interpretaciones, de variaciones sobre lo mismo. Esa saturación de sentidos acaba perjudicando a la obra, que acaba contaminada de todo su contexto.

Es un efecto del fenómeno del autor como intérprete de su obra y también como su principal promotor. Si escribes un libro tienes que saber también venderlo. Si uno observa la página de Instagram de alguien como David Uclés, cuyo libro La península de las casas vacías ha tenido un éxito abrumador para ser una obra de ficción literaria, verá mi tesis confirmada. Provoca vértigo hacer scroll en su perfil. Es el autor convertido en un vendedor incansable de su obra y de su marca personal. Es la teletienda. La obra está saturada y asfixiada de su autor y de su promoción, de la interpretación y reinterpretación y reformulación mediática. El artista tiene que comer, pero a veces en ese proceso acaba comiéndose a su propia obra.

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