The Objective
Ricardo Dudda

El Mediterráneo moral en dos libros

«Pla y Vicente Valero me conectan con un mediterráneo moral que es a la vez una filosofía de la sencillez, una filosofía de la antigüedad y una filosofía de la utopía»

Al mismo tiempo
El Mediterráneo moral en dos libros

Población mediterránea.

Desde hace unos años, inauguro el verano con dos lecturas breves de Josep Pla. Bodegón con peces es una especie de taxonomía de peces del Mediterráneo. Un viaje frustrado es la historia de un viaje en barco por la Costa Brava en mitad de la Primera Guerra Mundial. Son dos reportajes/relatos incluidos en el volumen Cinco historias del mar. Aunque no todo lo narrado transcurre en el verano, me parece que en estos relatos el verano es un estado de ánimo o, como dijo Albert Camus, una cultura más que una temperatura. Un viaje frustrado, por ejemplo, podría ser una historia de aventuras y, sin embargo, lo que más hacen sus personajes es comer y beber. «Cenamos con un hambre preciosa, con un apetito que no hubiésemos vendido por dinero: despachamos media docena de salmonetes por barba, cortezosos, encarnados. El vino, rosado, fue abundante». Las descripciones de Pla siempre tienen algo juguetón y original: «Come las sardinas como si tocara la ocarina. Las devora por aspiración, sorbiendo. La espina sale de la operación dibujada y limpia. Los espectáculos de avidez se hermanan muy bien con esta mar antigua».

Lo mismo pasa con Bodegón con peces, donde Pla hace casi una psicología de varios pescados, da recetas, cuenta anécdotas. «El pescado de estas aguas tan puras, agitadas por fortísimas corrientes, elaborado mediante este aceite y los ligeros sofritos que aquí se producen, proporciona a la sangre humana una radiante plenitud, una efusión trascendente. En otros lugares, el origen de muchas cosas puede ser espiritual; aquí, la causa de casi todo es, siempre, el peso de la materia». Leer a Pla me permite rescatar un concepto manchado como «mediterráneo moral», popularizado por Ignacio Raggio, un personaje imparodiable de internet, ídolo de incels y la alt-right, aspirante a D’Annunzio que se queda en falangistilla de provincias.

Este año he acompañado la lectura de Pla con otro libro que creo que recoge ese espíritu «mediterráneo moral». Me lo recomendó el editor y escritor Sergio Suárez, a quien acudo religiosamente todas las ferias del libro de Madrid para que me recomiende alguna joya escondida del estupendo catálogo de Pre-Textos. Viajeros contemporáneos. Ibiza, siglo XX, de Vicente Valero, es un libro muchísimo mejor que su título. Es una recopilación de ensayos del poeta y escritor sobre Ibiza.

«Ibiza es una utopía que solo se puede vivir una vez. No vuelvas a los sitios donde fuiste feliz»

Es una galería de personajes fascinantes que acudieron a la llamada de Ibiza entre los años treinta y los años setenta. Hay muchos pintores, escritores, poetas. Algunos vinieron para dos semanas y se quedaron tres años, otros vinieron para unos meses y se quedaron toda la vida. Y la mayoría que se marcharon volvieron años después defraudados, porque las cosas habían cambiado. Sorprenden las crónicas ya de los años treinta sobre la turistificación de la isla. Ibiza es una utopía que solo se puede vivir una vez. No vuelvas a los sitios donde fuiste feliz.

Walter Benjamin, del que Valero escribió ya sobre sus estancias en Ibiza (Experiencia y pobreza), es un perfecto ejemplo del mito y su contraparte: fue feliz como nunca y, al mismo tiempo, llegó a ser apodado el miserable en la isla, ya que malvivió durante meses. Otro melancólico-depresivo, Emil Cioran, escribió: «Vivir lejos del Mediterráneo es un error. ¿Cómo he podido durante tanto tiempo sacrificarme al prejuicio del norte? Todas mis desgracias, digamos más bien decepciones, vienen de aquí».

Y, sin embargo, lo pasó mal, recluido, huyendo del sol abrasador. Quizá el personaje más interesante es un tal Jokisch, un alemán que se escapó a los 15 años de su Stuttgart natal, se hizo marino, viajó por todo el mundo y acabó en Ibiza, a donde vino con sus dos «sobrinas» (algo que nadie se creyó en la isla) y donde comenzó un negocio extrañísimo de captura y exportación de lagartijas.

También buceaba en busca de restos arqueológicos que vendía, como los personajes de La quimera, la película de Alice Rohrwacher. En 1936, cuando la isla se volvió paranoica con los espías, apoyó el golpe de Estado de Franco. Y tres años después, cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, volvió a su país con sus dos «sobrinas», presumiblemente para luchar en el bando nazi.

Tanto el libro de Pla como el de Valero comparten un mismo espíritu mediterráneo. Ambos los he leído cerca del mar, bajo una sombra generosa, con el ruido de las chicharras y, al anochecer, de los grillos. Y ambas lecturas me han conectado con un mediterráneo moral que es a la vez una filosofía de la sencillez (un vino blanco, la sombra de un algarrobo, una sardina, unas aceitunas, el rumor del mar, los pinos hasta la orilla), una filosofía de la antigüedad (todo aquello que funcionó durante siglos) y una filosofía de la utopía, la de quienes, beneficiarios del progreso, quisieron escapar de él. El verano queda oficialmente inaugurado. 

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