THE OBJECTIVE
María José Fuenteálamo

Cagar un indulto

«No quiero quitarle romanticismo al asunto, aunque hay que recordarle al Gobierno que la paz y la concordia de la que hoy disfrutamos en nuestro país y en tantos otros se ha alcanzado precisamente por el imperio de la ley»

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Cagar un indulto

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El caganer es una figura típica de los belenes catalanes con un origen más que confuso. Sobre su significado hay diferentes teorías que confluyen en dos líneas. Una sostiene que, hablando en plata, representa nuestras más esenciales necesidades. Y otra, más extendida y romántica, dice que simboliza al hombre fertilizando la tierra. Esa segunda idea, la de abonar el terreno para una mejor futura cosecha, es la que vende el Gobierno de Pedro Sánchez sobre su indulto a los presos del procés. Asegura que brotará una concordia que fue arrancada de cuajo precisamente por estos a quienes ahora se pretende indultar.

No quiero quitarle romanticismo al asunto, aunque hay que recordarle al Gobierno que la paz y la concordia de la que hoy disfrutamos en nuestro país y en tantos otros se ha alcanzado precisamente por el imperio de la ley, que consiste en que se cumplan las normas y las penas. No se cree nadie que nuestros caminos son más seguros hoy que en el siglo XVIII porque se indultara a los bandoleros.

¿Qué no es cuestión de dinero? Calculen lo que nos costó poner en marcha la maquinaria con juicios y recursos, para llegar ahora a esto. Lástima no haber contado con un departamento a lo Minority Report para saber que al final íbamos a indulto. Ahorrar a las arcas del Estado no va nunca mal.

No estoy en absoluto en contra del indulto. Ni de este, ni de otro, por otra parte, una figura tan antigua como el delito en sí. Y, por tanto, vinculada al concepto de justicia. Es más, en algunos casos, no sólo se le hace el favor al reo al liberarlo de la cárcel. Si me apuran, y sigo con la butxaca, también le ahorra al erario público menús y demás gasto y mantenimiento por persona. Por todo hay que mirar: pregunten a los funcionarios de prisiones cómo van de carga de trabajo. Pero indultar malas condiciones laborales no cohesiona gobiernos.

Sánchez insiste en la parte noble. Pero, ¿hay peaje por gobernar? Ha sentado mal en Moncloa que los jueces del Supremo hayan dejado por escrito, en su unánime negativa, que podría ser un «autoindulto». Ahora, ahí, precisamente ahí, en ese término concreto, estriba una salida para Sánchez -por mucho que sueñe con fotos en Colón-: Los miembros del Gobierno deben inhibirse ante decisiones administrativas que afecten a familiares. Y ¿qué son los socios sino familia política?

Convendrán conmigo en que sería una buena fórmula para evitar poner la otra mejilla pública. Porque los presos recalcan que no están arrepentidos y que lo volverían a hacer. No sé qué diría de eso un departamento PreCrime -el de Minority Report-. Ante ello, de nuevo, estaría el sistema judicial. ¿Vuelta a empezar? Mientras, el indulto que Sánchez se ve obligado a conceder enfada a algunos de los suyos y alimenta no sólo a su oposición natural, también al extremo de su oposición natural. Cuando lo que se busca es concordia, es importante valorar bien cómo se abona el terreno de todos. Porque una cosa es cagar y otra cagarla.

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