Colegios mayores, debates menores
«Lo más destacable del episodio es comprobar cómo un vídeo banal puede marcar la conversación pública. El postureo ético es nuestro único consenso de país»
Entiendo que no todos son iguales, pero les confieso que los ritos y tradiciones de los colegios mayores, y en general la atmósfera que los rodea, siempre me han provocado aversión. Así que celebro que me hayan dado una excusa para afilar el verbo y abalanzarme sobre ellos. Así lo he hecho, pero en privado; la discusión pública exige abordar el asunto desde otro ángulo. Porque la noticia no es que los alumnos del colegio mayor Elías Ahuja gritaran consignas salvajes a sus vecinas del colegio mayor Santa Mónica. La noticia es que hayamos hecho de una conducta reprobable pero anecdótica una cuestión de Estado.
Las anécdotas no deben guiar la conversación pública, salvo que sean representativas de un mal general. El grito del ilustre se ha escuchado (¡y leído!) en toda España, así que no voy a reproducirlo. Son palabras que desbordan agresividad, sexismo y mal gusto, especialmente para quienes odiamos las capeas casi tanto como el machismo. Y ni la tradición, ni su contextualización como extraño ritual de apareamiento entre colegiales, las hacen menos execrables. Sin embargo, no hay nada que nos permita decir que esas palabras son representativas de cómo piensan sobre las mujeres los españoles, la juventud, los residentes del colegio mayor; ni siquiera sabemos cómo piensa el pobre infeliz que las pronunció.
«Todos cometimos errores en la adolescencia, pero no todos recibimos el reproche del presidente de Gobierno»
Porque el contexto nunca justifica, pero explica. Y el contexto es la adolescencia, la adrenalina, y la sensación de anonimato que proporcionan los ventanales. Se ve que las ventanas de los colegios mayores son como las gradas de los estadios de fútbol, donde la racionalidad individual se pierde en una nube de gregarismo, barbarie y sensación de impunidad. Yo también sentí esa rabia contra el pijo-machista-fascista cuando escuché sus gritos. Pero ahora me inclino por sentir compasión. No todo error es un delito, y todos cometimos errores en la adolescencia, pero no todos recibimos el reproche del presidente del Gobierno.
Lo más destacable de este episodio ha sido comprobar cómo un vídeo, impactante pero banal, puede marcar la conversación pública. Lo viral es político: un colegio mayor está en el centro de la agenda nacional por puro oportunismo. Unos para señalar, otros para desmarcarse, el postureo ético es nuestro único consenso de país. Ya lo dijo Humpty Dumpty: lo importante no es el significado, sino quién manda aquí.