Cercas y la política tribal
«Cercas ha afirmado en muchas ocasiones que la política no debería funcionar así -apasionadamente-, al menos la política democrática. Porque lo que hace la democracia consiste en racionalizar la política, es decir, destribalizarla»
Independencia es la última novela de Javier Cercas publicada en Tusquets. En ella siguen las andanzas del ‘mosso’ Melchor Marín, hijo de una prostituta asesinada, expresidiario, lector febril de ‘Los miserables’ de Víctor Hugo. La excusa narrativa de la novela es la extorsión que sufre la alcaldesa de Barcelona por un vídeo sexual que tiene lugar en 2025, un futuro no muy lejano en el que se dibuja una Barcelona post-procés que sigue soportando los mismos conflictos y con una clase burguesa enquistada en el poder.
Enric Vidal, uno de los protagonistas de la novela, es un representante perfecto de esa élite económica catalana. En el libro pronuncia la frase: «El catalán que no quiere la independencia no tiene corazón; el que la quiere, no tiene cabeza». Se trata de una frase que define bien el nudo del problema catalán, es decir, la sentimentalización de la política que vuelve los problemas irresolubles.
Cercas ha vivido esta semana en sus carnes la prueba fehaciente de que sobre sentimientos no se puede discutir. Es imposible. El escritor apareció en la televisión pública catalana para decir algo que todos los estudios políticos del mundo avalan: con sus zonas más brillantes y sus zonas más oscuras, España es una democracia plena. Buena parte del separatismo catalán reaccionó atribuyendo una connotación bélica a esta frase que Cercas pronunció en 2019: “Cuando la vida pública, la política, se llena de pasión, aventuras, emociones, como nos ha ocurrido a los catalanes en los últimos años, échate a temblar o llama a la unidad del general». Se refería, claro, al máximo responsable de la Unidad Militar de Emergencias (UME) que estaba presente cuando pronunció esa frase en un acto público y a su labor en caso de catástrofe.
Cercas ha afirmado en muchas ocasiones que la política no debería funcionar así -apasionadamente-, al menos la política democrática. Porque lo que hace la democracia consiste en racionalizar la política, es decir, destribalizarla. Sólo eso es lo que nos permite poder discutir de los problemas y, tal vez, resolverlos. Es lo que hacen, por ejemplo, los expolíticos convertidos en tertulianos de Onda Cero: Borja Sémper y Eduardo Madina. Su espacio ‘La Ínsula’ recuerda por qué el diálogo no cotiza ahora mismo en el Congreso ni en el Senado.
El ataque a Cercas de los últimos días recuerda a una verdad imbatible de nuestros tiempos: dividir una sociedad es muy fácil, pero volverla a unir es casi imposible. Al menos, en el corto plazo. Y, sin embargo, cuánta falta nos hace.