THE OBJECTIVE
Siro Lopez

Colorín, colorado...

Semana de dolor la que finalizó el domingo para el F.C.Barcelona. Decir que se veía venir lo que ahora está pasando en la entidad barcelonista puede sonar a recurso oportunista. NO creo que ese sea mi caso.

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Colorín, colorado…

Semana de dolor la que finalizó el domingo para el F.C.Barcelona. Decir que se veía venir lo que ahora está pasando en la entidad barcelonista puede sonar a recurso oportunista. NO creo que ese sea mi caso.

Semana de dolor la que finalizó el domingo para el F.C.Barcelona. Aunque todo puede ser empeorable dependiendo de lo que acontezca hoy en Valencia, no descubrimos la sopa de ajo si decimos que éste sí parece ser el fin del cuento para una generación de futbolistas que le han dado al Barça los mejores años de su centenaria historia deportiva. Aunque por presupuesto e historial es lógico pensar que el Barcelona volverá a luchar la próxima y en siguientes temporadas por todos los títulos en juego, difícil va a ser que se repita el dominio abrumador que sobre todo en la etapa de Guardiola y hasta la llegada de Mourinho al Madrid, ha ejercido el club catalán en el fútbol español y europeo. Se acaba una etapa que se inició con el holandés Frank Rijkaard en el banquillo y que va a finalizar con la marcha de Puyol, Valdés y quien sabe si alguna otra figura emblemática del equipo azulgrana.

Decir que se veía venir lo que ahora está pasando en la entidad barcelonista puede sonar a recurso oportunista. NO creo que ese sea mi caso. Desde hace tiempo vengo diciendo que desde la marcha de Guardiola el Barcelona había entrado en una peligrosa espiral de autogestión por parte de los jugadores. Eso que al principio y sobre todo tras una etapa en la que el entrenador quería y de hecho lo hacía, controlarlo todo, puede dar resultados positivos, a la larga provoca un deterioro en el rendimiento y una sensación de pasotismo y de falta de ambición que al final acaba reflejándose en el terreno de juego. Muchas cosas tienen que cambiar en Barça si quieren reverdecer laureles y la primera es dar la autoridad al que tiene que ejercerla: el técnico. Que Messi y algún otro decidan quien les tiene que entrenar y quien tiene que jugar a su lado, no parece ser el mejor camino para llegar al éxito. Eso lo tenía muy claro «el que meaba colonia» y por eso está en el Bayern.

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