De los peligros y los prejuicios

Dice la Organización Mundial de la Salud que sería conveniente elevar la edad de los espectadores que vean películas en la que los actores fumen, puesto que sólo en Estados Unidos, un 37% de esos consumidores de cine sucumbieron al tabaco. Unas cifras, sin duda alguna preocupantes, porque a nadie se le escapa que fumar no es una opción saludable. Sus efectos son devastadores.

Ahora bien, qué hacemos con Humphrey Bogart y sus cigarrillos; ¿cómo nos esperaría Sara Montiel? ¿Con una tila?. Y qué decir de Don Draper y Roger Sterling en ‘Mad Men’ y ese ‘fumeque’ permanente amén del sinvivir etílico en el que ambos flotan. ¿Qué solución podría adoptarse para evitar que un adolescente, tras contemplar ‘Fumador en pipa’ de Paul Cézanne no terminase con sus huesos en el estanco más cercano? ¿Alguna idea que no sea el pixelado?

Teniendo en cuenta que por regla general, los seres humanos somos muy dados a construir barreras de todo tipo (las de índole moral arrasan en la lista de ventas) se me ponen los pelos como escarpias cada vez que alguna autoridad internacional acciona la alarma por peligro inminente. Por ejemplo, aún no se han dado todas las explicaciones con relación al fin del mundo que se avecinaba por mor de la gripe A, ¿recuerda?

El tabaco es nocivo para la salud, propia y del acompañante; beber en exceso no es más recomendable; conducir a grandes velocidades suele acabar mal; el sexo sin protección, no. Dormir poco y sobre una caja de cartón tras un desahucio no es bueno; trabajar como una bestia por un salario de hambre genera trastornos, y si se pasa con los ansiolíticos, peor. También hay quienes, desde tiempos remotos, creen que pensar fuera del tiesto es poco recomendable.