Sin miedo y sin tacha
«Quisiera recordar el día 8 de marzo a todas las mujeres, grandes y verdaderas mujeres, que fueron insustituibles en la resistencia contra el terrorismo de ETA»
Mañana saldrán a la calle muchas personas, mujeres desde luego y también hombres, para celebrar el derecho de todos a una ciudadanía de libres e iguales. Nada que objetar, todo lo contrario, mi máximo apoyo. ¡Ojalá se celebrase una manifestación igual, o mayor todavía, en Teherán o en Riad, donde sería más necesaria y supondría una expresión verdaderamente revolucionaria!
En el mundo actual —y esto vale para cualquier fecha— hay muchas sectas abominables tanto en sus dogmas como en su ejercicio social: terroristas de toda índole, racistas, xenófobos, depredadores de la infancia, falsarios, explotadores, supremacistas que se tienen por dueños exclusivos de la virtud, fanáticos, calumniadores de lo humano en nombre de los dioses o la Naturaleza… Todos ellos me parecen detestables pero nadie tanto como esos ensotanados barbudos (en cuanto veo su imagen me parece notar su hedor a semen rancio) que pretenden ocultar con capuchones y antifaces el fulgor femenino, «honor y gloria de la humanidad» como dijo Don Giovanni.
Entre los que desfilarán mañana habrá también embaucadores y embaucados, de esos que dicen que «nadie sabe lo que es una mujer», que no hacen falta requisitos biológicos para serlo y basta un acto de voluntad, que las leyes deben tener una perspectiva de género que trate de distinto modo a varones y hembras, que consideran víctimas preventivas a todas las mujeres y culpables preventivos a los hombres por el hecho de serlo. ¡El feminismo como disparate vengativo!
Para compensar este desvío, yo quisiera recordar el día 8 de marzo a todas las mujeres, grandes y verdaderas mujeres, que fueron insustituibles en la resistencia contra el terrorismo de ETA durante los años de plomo. Sin ellas, sin Maite, sin Pilar, sin María, sin Rosa, sin Consuelo, sin Carmen, sin Ana, sin Arantza, sin Aurora, sin mi Sara, sin tantas otras cuyos nombres no están esculpidos en mármol sino grabados en los corazones de quienes caminamos a su lado, llevados por ellas, la mugre asesina de los separatistas no hubiera recibido sino silencio o aplausos de la sociedad civil vasca.
Y hoy volvemos a necesitarlas como siempre, más que nunca, el 8 de marzo y el resto de los días del año, para no ser arrastrados al sumidero nacionalista. ¡Que nunca nos falten las mujeres valientes como sólo ellas saben serlo!