THE OBJECTIVE
Jon Navascues

Di María es feo

Di María no quiere seguir. Eso es lo que dijo Ancelotti y, en parte, lleva razón. El Fideo no ve una correlación entre su rendimiento y su salario y, por tanto, cree que una salida es la alternativa. Pero a la afirmación de Ancelotti le faltan matices.

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Di María es feo

Di María no quiere seguir. Eso es lo que dijo Ancelotti y, en parte, lleva razón. El Fideo no ve una correlación entre su rendimiento y su salario y, por tanto, cree que una salida es la alternativa. Pero a la afirmación de Ancelotti le faltan matices.

Di María no quiere seguir. Eso es lo que dijo Ancelotti y, en parte, lleva razón. El Fideo no ve una correlación entre su rendimiento y su salario y, por tanto, cree que una salida es la alternativa. Pero a la afirmación de Ancelotti le faltan matices. El argentino no quiere irse sino que cree que debe irse. Y en Valdebebas la alfombra hacia la puerta lleva tiempo extendida.

El curso pasado empezó mal con la llegada de Bale, un jugador que venía a ocupar su demarcación. Fue relegado a una posición inédita para él y, para colmo, se tocó el paquete. Parecía que ése era su fin en el club blanco. Pero no. Fue el punto de inflexión. El míster le perdonó un desplante al soberano. El Fideo lo vale. Y fue a más, llegando a convertirse, sin duda, en la pieza más determinante sobre el tablero sin contar al rey. Sin embargo, y tras otro Mundial que daba fe de sus galones, Florentino no le quiere. Le ofrece una renovación muy por debajo de su valía. Una invitación.

El motivo sólo puede ser uno. Di María es hoy la segunda bala, capaz de echarse el equipo a la espalda. Capaz de aparecer un segundo y decidir un partido. Pero un tipo esmirriado, con una leve chepa y feo sin objeción; vamos, que de cristiano solo tiene el rosario, no tiene tirón.

Florentino prefiere lo mediático, la notoriedad. Que se vea desde muy lejos. Por eso ofrece un mejor contrato a un jugador que no tenía peso en el Mónaco cuyo aval son cinco buenos partidos. Ante Grecia, Costa de Marfil, Japón, Uruguay y el peor Brasil de la historia, ahí es nada. En lo deportivo no se entiende. Ancelotti le quiere, pero ya ha demostrado tener muy en cuenta a su jefe, para suerte de Casillas.

La plantilla sin él es peor. Mal menor. Una pepita menos dentro de un lingote de oro se echa poco en falta. Aunque el conjunto pierda el peso que le da el nombre de lingote, lo sigue pareciendo. Además, están los 48 millones de colombianos, sus camisetas y sus audiencias.

Las torres se levantan desde la base y, según el edificio que se quiera, las premisas varían. Puede que algunos sólo veamos un equipo con menos calidad, pero Pérez de sus negocios sabe un rato; tanto como de fútbol.

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