THE OBJECTIVE
Octavio Cortés

El tirador solitario

La masacre en Roseburg, Oregon: otro buen chico introvertido que acumulaba armas en casa y un día de otoño salió a masacrar a sus compañeros de college. La figura del psicópata estudiantil, con sus automáticas y sus manifiestos online, está alcanzando el rango de totem cultural.

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La masacre en Roseburg, Oregon: otro buen chico introvertido que acumulaba armas en casa y un día de otoño salió a masacrar a sus compañeros de college.
La figura del psicópata estudiantil, con sus automáticas y sus manifiestos online, está alcanzando el rango de totem cultural.

La masacre en Roseburg, Oregon: otro buen chico introvertido que acumulaba armas en casa y un día de otoño salió a masacrar a sus compañeros de college. 

La figura del psicópata estudiantil, con sus automáticas y sus manifiestos online, está alcanzando el rango de totem cultural. La matanza de Columbine mostró el camino que ahora se transita periódicamente, cada tres o cuatro meses, causando cada vez menos estupefacción. 

Cualquier mente despierta sabe que nuestro sistema de convivencia es una hastiante mezcla de cursilería e hipocresía, y que desentonar en este martilleo de tibiezas es el primer deber del espíritu libre. Sin embargo, no todos aciertan a salirse de la rueda a través de la alegría, la mística despreocupada y el amor abierto de par en par (la vía de la santidad, la vía de la libertad), sino que toman pasadizos demoníacos rumbo al rencor y la oscuridad.

¿Quién culpará al buen chaval devorado por la psicosis? ¿Quién retomará el debate sobre la libre posesión de armas? ¿Quién desarrollará una teoría conspiranoica como la que liga las masacres de Sandy Hook y las de Aurora, Colorado, a través de las películas de Batman? ¿Quién sacará la luz un manifiesto tan estremecedor como el que Elliot Rodger publicó justo antes de su baño de sangre en Isla Vista, California?

Para bien o para mal, hay ya una subcultura de todo esto. No parece que de momento se haya trasplantado el fenómeno a nuestra anciana Europa, pero todo se andará. El santo patrón de todos los lone shooters (aún sin haber disparado un tiro), el inmenso Ted Kaczynsky, sigue pudriéndose en la cárcel. Él no era un alumno, sino un profesor, y sí que acertó a huir. Y no publicó un simple desahogo psicótico, sino un texto de una lucidez sin límites, “La sociedad industrial y su futuro”, que el lector hará bien en meditar. Pues en estos abismos florecen a veces raros lotos de cristal sangriento. 

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