THE OBJECTIVE
Javier Rioyo

Poetas, pasionarias y princesas

«Necesitamos un país deje de ser ayer con las desventuras de la historia y sus traiciones, que seamos capaces de ser hoy sin la mentira instalada en el poder»

El verso suelto
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Poetas, pasionarias y princesas

Luis Mateo Díez. | Agencias

«Hemos aprendido a reír/
como si hubiéramos aprendido/
a manejar las armas./
Los más afortunados ríen solo en sueños,/
los desafortunados ríen todo el día./
Reímos desde hace siglos/
y nadie lo comprende,/
y rara vez lo comprendemos nosotros/
La incesante ametralladora de carcajadas/
nos mantiene en vida/
bajo la luna tenue,/
precisa como unos grilletes»

 Ana Blandiana

De vez en cuando tenemos sueños felices que se hacen realidad. Esa vieja pelea entre el deseo y la realidad muchas veces permite, que triunfe una realidad que no nos gusta. Nos viene pasando con nuestra política, con nuestros políticos, que nos provocan risas porque no queremos armas. Que nos decepcionan con sus realidades y sus gritos, entonces se nos congela la risa. Como los sueños son indomesticables, soñé que nuestros premios literarios podían ser alegres felicidades, justicias poéticas, prosas necesarias y así ha sido por segunda vez en unos meses. Y me han provocado una ametralladora de felices carcajadas. Ya no es tan normal que algo sea justo y necesario con nuestros maniobreros instalados en sus despachos de secretarios de Estado, en sus direcciones generales o en esos ministerios del menos es más y alrededores. 

Algo raro nos parece que está pasando cuando ganan los justos, los buenos y, con perdón, los honrados. No suele ocurrir en la Carrera de San Jerónimo, donde las traducciones de las promesas se hacen mal, se tergiversan, se traicionan. Creo que esas vulgaridades parlamentarias no gustarían ni a nuestro santo Jerónimo, el traductor para el pueblo de la biblia, ese dálmata de Estridón, que nos acercó a esa hermosa leyenda que llamamos la vulgata. No hace ya falta saber latín para nada en política ni en la vida. Y lo siento. Aunque lo peor es que ya vale todo. Lo habitual es usar un mal castellano, catalán, gallego o un inventado euskera. Escuchando las intervenciones políticas, siento nostalgia de lo que no conocí. De Azaña o de Prieto, de Lerroux o de Cambó, de Pablo Iglesias-el bueno- o de Pasionaria, de Maeztu o de José Antonio. Ya sé que la nostalgia ya no es que era, pero uno tiene esas ensoñaciones.

«Estoy entre la utopía y la inocencia, pero las prefiero a la manipulación de la realidad y la perversidad disfrazada»

Estoy de celebración por el premio de Princesa de Asturias a la muy querida, necesaria, libre y anticomunista, Ana Blandiana, pero no dejo de preocuparme por los malos poetas best sellers, los malos narradores y los columnistas calumnistas o cursis, que casi es peor. Que se ocupen de sus propios fangos y que nos dejen seguir bailando con Fangoria. Y volver a los libros de Blandiana, a su poesía que viene de la lucha por la libertad, de su resistencia contra la dictadura comunista en Rumanía, y en el resto de países secuestrados por esa cruel realidad que quisieron imponer ocultando sus horrores. «En el alma del país/ Es siempre ayer». Necesitamos un país deje de ser ayer con las desventuras de la historia y sus traiciones, que seamos capaces de ser hoy sin la mentira instalada en el poder. Ya sé que estoy entre la utopía y la inocencia, pero las prefiero a la manipulación de la realidad y la perversidad disfrazada. Soy un soñador dentro de un sueño. Soy con Blandiana y no con los compañeros de Ceausescu.

Fui feliz cuando se concedió el Cervantes a Luis Mateo Díez, como la mayoría del jurado y la mejor comunidad de los amantes de la literatura. Que podamos seguir con la ficción nuestra de cada día y la necesidad de escritores que nos representen, nos mejoren y nos construyan universos dónde mirarnos.  Luis Mateo aumentará sus lectores y nos firmará en la Feria del Libro y hará bien a nuestra literatura. Que no es poco.

Lo mismo siento con Blandiana, esencial conciencia cívica y artística de Europa. Representante de la lucha contra la tiranía, alzada contra las represalias, las censuras y las prohibiciones y la propaganda. Enorme poeta y narradora. Mujer noble, digna, cívica vencedora con la fuerza de su escritura ante los muros y los falsos fangos. Me alegra que sea la premiada por el Princesa de Asturias, que sea leída por infantas y por ciudadanos de a pie. La emigración rumana entre nosotros está asentada y convive en libertad y Ana Blandiana es la mejor representación de un pueblo culto que se supo liberar. Aunque siga siendo dura la vida en su país, aunque tenga millones de exiliados. Hay voces que representan lo mejor de un pueblo. Escuchar y leer a Blandiana será una buena lección de verdad y poesía para la infanta Leonor y para todos los que no somos príncipes ni súbditos.

«Cuando le regalé una edición de Emily Dickinson, la reina Letizia me demostró que conocía a la gran poeta americana»

Hace ya muchos años, cuando la reina Letizia era la princesa de Asturias, y ya estaba embarazada de Leonor, me pidió una recomendación lectora. Fue en uno de esos distendidos encuentros en Palacio con el mundo de las letras. Yo la recomendé la lectura de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Pensé que le vendría bien ese monumento literario, que le ayudaría a conocer más a esa nueva tropa de la aristocracia y la burguesía con la que tendría que tratar, pero sobre todo lo pensé porque es una de esas lecturas que nos mejoran en nuestras vidas. El mejor de los tiempos recobrados. No estoy seguro que me hiciera caso. Pero sí doy fe que en otro encuentro, años después y en el Cervantes de Nueva York, cuando le regalé una cuidada edición de Emily Dickinson, me demostró que conocía y apreciaba mucho a la gran poeta americana. Una de las imprescindibles, universales e inmortales poetas.  Sin olvidar que en vida apenas fuera publicada, ni conocida, ni premiada. Es bueno hacer justicia en esta vida. Y hacer justicia poética es bueno y necesario.

Había empezado la semana leyendo a un poeta que apenas conocía, Xavier Guardans y Cambó. Fue un encuentro casual en Agullana, el último pueblo con la frontera francesa donde estuvieron el General Rojo y Negrín. Donde asistieron a los miles de perdedores de una guerra que cruzaron a pie, que huyeron de la barbarie de los vencedores. Un pueblo catalán y catalanista, un pueblo con sardanas populares y recuerdos del exilio, un pueblo tranquilo donde ganan las izquierdas republicanas. Ahora es un feliz retiro de muchos barceloneses. Antes fue un próspero pueblo con industria del corcho, obreros de otras regiones, con una prosperidad que les permitió construir edificios públicos modernistas y un emblemático espacio de encuentro civil llamado La Concordia. Un pueblo dónde fue posible discrepar sobre guerras y amnistías.

Donde pudimos compartir- al menos durante esos dos días- que distintos somos los hombres, distintas las hablas pero necesaria la concordia. Algo que pude ver representado en el saludo entre el poeta, nieto de Cambó, y la periodista Dolores Sergueyeva Ibárruri, nieta de Pasionaria. Afables y distintos, en concordia, y ya ninguno defensor de las ideas de sus antepasados. Xavier Guardans Cambó, ya no mira el mundo desde el catalanismo católico y derechista de su abuelo- el político que vivió la república y la guerra- desde los salones de su yate. Ni Lola S. Ibárruri es ya la niña comunista que le tocó ser, ni quiere creer a los que dicen ser «rojos» desde sus poltronas. Es posible un futuro distinto, sin olvidos, ni servilismos.

Los republicanos de Agullana estaban pensando en que Illa se iría con los de Junts y que otra vez tocaba esperar nuevas concordias. El nacionalismo tiene varias caras y ninguna me gusta. Soy de una ciudad que no necesita esos ismos, pero me gusta viajar y discrepar, incluso moverme y llegar a acuerdos sin rendiciones. No tengo claro que el nacionalismo se cure viajando, pero no viene mal hacerlo. Quizá tampoco se cure leyendo, pero hacerlo me sienta bien y me siento mejor. Que ustedes se curen bien en estos días de ferias y libros.  

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