THE OBJECTIVE
Javier Rioyo

'Los Borbones en pelota' y el rey vestido

«Al rey Felipe le veo liberado del pasado, sin magia y con pragmatismo. Y con una familia lectora, conocedora de nuestra realidad y con un futuro llamado Leonor»

El verso suelto
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‘Los Borbones en pelota’ y el rey vestido

Ilustración de Alejandra Svriz.

«Traten otros del gobierno

del mundo y sus monarquías,

mientras gobiernan mis días

mantequillas y pan tierno

y las mañanas de invierno

naranjada y agua ardiente,

y ríase la gente».

Luis de Góngora

Cuando fuimos republicanos cantábamos estas satíricas letrillas de Góngora que había puesto música Paco Ibáñez. Éramos jóvenes, veinteañeros, teníamos la edad del poeta cuando escribió estos poemas que se burlaban, y apartaban, de las intrigas del poder, de los vicios cortesanos y del desencanto de las reinantes monarquías. Decían los mayores que éramos un país ineficiente, que deberíamos derribar todas las estatuas, impedir que, después del dictador, volvieran la Corte y sus cortesanos. El Rey– que tuvo que rabiar en silencio bajo el franquismo- y los Borbones en general. Y nosotros los creímos. Nos hicimos republicanos, balbuceábamos el himno de Riego y aquellos otros himnos que venían de utopías y otras mentiras. Con poca fe repetíamos aquello de «España mañana será republicana».

Siempre es más fácil seguir el canto de la tribu, de la tripulación y ponernos a galopar, a galopar hasta enterrarlos en el mar. Hasta que nos caímos del caballo. La mayoría no sabíamos galopar, además que desde Madrid el mar pillaba muy lejos. Hace tiempo que no les creemos, que sabemos cuál y por qué es su galope, que sus repúblicas tienen bananas y falsas promesas. Falsos progresistas de nuevos balbuceos que en nada se parecen a los de hace un año prometieron. Ni los de hace un año nada que ver con los de antaño. Y así hasta las mentiras de ayer y de siempre.

Sabemos con Jercy Lec– que sufrió las falsas promesas de los paraísos de estalinistas y sus maquilladores- que lo sensato es que «cuando derribemos las estatuas deberíamos conservar los pedestales. Siempre pueden ser útiles».

Ninguna intención de derribar estatuas, ni de reyes godos ni de generales bonitos, ni de dictadores ni de sibilinos buenistas, ni de falangistas, ni siquiera de comunistas. Ya vi como se derribaban las estatuas de Lenin en Rusia y como se transformaron sus nietos en hijos de Putin. No quiero que borren, manipulen, cambien los rótulos y se nos olviden aquellos políticos de antaño. Eso están haciendo los comunistas chinos, borrar las históricas calles que reflejan en su nombre que allí hubo antes otras culturas, otras religiones.

Tampoco quiero borrar, ni olvidar, aquella tribu del siglo XIX que fue retratada por los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer en su impagable serie, perdida y encontrada, de Los Borbones en pelota. Un libro que estoy seguro que el tataratataranieto, nuestro rey Felipe VI, habrá tenido en sus manos y habrán asombrado sus ojos aquella irreverente historia de su lejana familia.

«Estoy convencido que Carmen Iglesias, en su etapa de educadora del Príncipe Felipe, no le ocultaría esta obra tan singular»

Aquellos portafolios satírico-pornográficos fueron comprados por la Biblioteca Nacional. Se editaron por primera vez en 1991 y hoy son una pieza rara de bibliófilos. Consulto y recomiendo la más reciente edición a cargo de una de nuestras mayores expertas en la monarquía del XIX, Isabel Burdiel. Estoy convencido que otra historiadora, Carmen Iglesias siempre tan atenta a contextualizar nuestras historias del pasado, en su etapa de educadora del Príncipe Felipe, no le ocultaría esta obra tan singular sobre la política, los usos y abusos, la sexualidad y las malas compañías de su ancestral, la reina Isabel II, tan castiza y poliamorosa.

En el convulso siglo XIX, no solo se hacían románticos poemas, pinturas costumbristas o retratos cortesanos. También había una muy libre prensa satírica dónde destacó la publicación Gil Blas. Allí, con la firma de SEM, fueron colaboradores habituales Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer. Los románticos hermanos eran más conservadores que liberales. Se dejaban querer, mantener y apadrinar por los moderados Narváez o González Bravo, «a través de los cuales habían conseguido encargos, pensiones e incluso en el caso del poeta, el empleo de censor de novelas», en palabras de Burdiel.

Aunque sorprenda la feroz crítica de esas viñetas, la dureza de sus dibujos, la sátira de sus textos, su anticlericalismo y su radical antimonarquismo, nadie niega la autoría de los Bécquer- quizá compartida con otros artistas y escritores- de esta cumbre libertaria y pornográfica sobre aquella castiza y primera reina de los Borbones. Es posible que también los poetas, los pintores, los artistas sean almas agradecidas cuando se encuentran amparados por los poderes. También es humano, demasiado humano, que cuando pierden esa gracia se vuelvan feroces críticos de aquellos que habían sido sus mantenedores.

En cualquier caso, sean quienes fueren sus autores, es un libro absolutamente recomendable con un estudio introductorio que resulta imprescindible para conocer desde los interiores más escabrosos de aquellos tiempos borbónicos. Lo que sí sabemos es que cuando estas sátiras se están realizando, después de la llegada de O’Donnell, Gustavo Adolfo pierde su trabajo de censor de novelas y su hermano se queda sin su pensión. Hay que tener cuidado con los artistas heridos. Pueden dejar de callar, dejar de mirar para otro lado y entrar a saco en los interiores de esas vidas que conocieron muy de cerca.

«Aquella mezcla de esperpento y libertinaje del reinado de Isabel II, no ponían difícil el trabajo de los satíricos»

Desde luego estos Borbones en pelotas, hablan de un tiempo, unos actores, unos políticos y cortesanos que, si miramos a nuestra familia real actual, están en las antípodas de la monarquía de Felipe VI.

La consolidación del liberalismo en Europa también influye en los cambios y en la adaptación de las monarquías constitucionales a los nuevos controles de su poder, a los nuevos tiempos que les hicieron bajar de su representación sublimada. Ya no sería tan fácil gobernar desde lo mágico ahora había que empezar a justificar sus vidas, sus gastos, sus relaciones y sus negocios. Al mismo tiempo que debían no parecer una simple familia burguesa más, había que mantener ese toque de diferencia, de papel por encima o al margen de las diferentes opciones políticas. Para ello se tenía que rebajar, acotar y definir sus poderes pero sin abandonar su hecho diferencial y su papel de representación de un Estado, de una nación.

Aquella mezcla de esperpento y libertinaje del reinado de Isabel II, no ponían difícil el trabajo de los satíricos. Una valleinclanesca corte de los milagros, las peligrosas amistades con el padre Claret– que justificaba los malos tratos a las mujeres, que recomendaba resignación: «Como buena cristiana, sufrirás y callarás, y así desarmarás a tu marido…». El mismo que consiguió una bula papal para perdonar los «pecados de la carne» de la Reina- o con la milagrera monja de las llagas, la manipuladora, mentirosa y libertina, sor Patrocinio. Además de su marido, el afeminado y ultrarreaccionario, Francisco de Asís y sumados a su amplia colección de amantes, allanaron el camino para la Revolución del 68, la llegada de un rey no Borbón, Amadeo de Saboya, la Primera República, un sexenio democrático que terminó con la restauración borbónica del hijo de Isabel II, de padre discutible, el tatarabuelo Alfonso XII.

La historia sigue. Los Borbones siguen. Pero ya no los puedo ver «en pelota». Ya con los Alfonsos casi nada fue igual que en los tiempos isabelinos. Ni la Segunda República se parece a la Primera. Ni el franquismo es continuidad de las anteriores dictaduras. Ni la restauración juancarlista con la de su bisabuelo. Y, felizmente, nada tiene que ver este rey, Borbón por la sangre, y nada Borbón por su realidad, por su actuación. Yo al rey Felipe le veo vestido, muy bien vestido, liberado del pasado, sin borbonear, sin magia y con pragmatismo. Y con una familia lectora, curiosa, conocedora de nuestra realidad y con un futuro llamado Leonor.

«A mi corazón y mis razones de azañista no le cuesta convivir con esta renovación o reinvención dinástica, al contrario»

A mi corazón y mis razones de azañista no le cuesta convivir con esta renovación o reinvención dinástica, al contrario. Y cuando veo los políticos en el Gobierno, en la oposición, cuando miro los muros de la patria mía, me vuelvo más felipista. Ya lo fui por razones democráticas y no monárquicas, incluso por anteriores gustos zarzueleros, y ahora vuelvo a proclamar mi condición de felipista. Deseo que la Javiera que desde hace dos semanas crece feliz también pueda vivir tranquila y libre en su país y con una reina llamada Leonor.

Hoy me complazco leyendo y mirando este insólito libro. Asumiendo esa última viñeta de una publicación tan singular como el que les he recomendado. Así termina Isabel Burdiel su estudio: «Los misterios de aquellas acuarelas siguen siendo muchos y sus autores parecieron adivinar, divertidos, la ignorancia, la curiosidad y el desconcierto de sus lectores y espectadores futuros. Al final, unos simios con monóculo y levita- apodados ‘Los inteligentes’-inspeccionan un álbum que todavía hoy nos deja perplejos y no ha acabado de desvelar todos sus secretos. Como dice la leyenda al pie. Non che male

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