THE OBJECTIVE
Javier Rioyo

Ni truco ni trato

«No se puede enfangar más. Les registran sus despachos, les incautan sus móviles, les investigan sus negocios, les señalan sus vicios y sus contradicciones»

El verso suelto
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Ni truco ni trato

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el nuevo Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz.

«Nadie intentó jamás atribuirle innecesarios viajes,

gastos, coitos, indumentarias. Tuvo no obstante

ocasión de mostrar algún notorio cambio de conducta:

permutó lo mezquino por lo parco

y si antes pusilánime después fue temeroso»


José Manuel Caballero Bonald

Tienen miedo, están acorralados, escondidos en sus cargos, en sus escaños, en sus televisiones, en sus fiscalías y en sus mentiras. Perdieron la palabra, vendieron patria y matria, mintieron, perjuraron, compraron a mercenarios, forzaron voluntades, apiolaron la verdad, liquidaron la convivencia, reinventaron la historia, negaron lo que dijeron, escondieron sus trucos y sus tratos.

No se puede seguir jugando así. No se puede enfangar más, no se pueden hacer más trampas. Les registran sus despachos, les incautan sus móviles, les investigan sus negocios, les desenmascaran, les señalan sus vicios y les avisan de sus contradicciones. Darían risa pero lo que dan es pena. Tendríamos que estar tristes pero estamos enojados. Se mueven en la cuerda floja, resisten en sus cuarteles de invierno, asaltan cielos e infiernos y nos quieren en el limbo. Hace tiempo que desde la Constitución hemos dicho «no es esto, no es esto».

No olvidamos que una vez fuimos compañeros de viaje pero hace tiempo que nos fuimos, con Ortega y su espíritu, por caminos más libres, más valientes, menos impúdicos. Ni genuflexos, ni sometidos. No estaremos postrados de hinojos. No nos encontrarán en reclinatorios, ni en salas de espera de mártires silenciosos. Somos ciudadanos que no esperamos a lerdos héroes, no seremos tristes émulos de esa pírrica victoria de un Parlamento lleno de interesados en deconstruirnos. Nosotros somos quien somos, basta de historia y de cuentos. Basta de trucos, de tratos. Basta de miedo.

Gárrulos o provincianos, pijos niños bien, hijos de izquierdas desunidas y de padres vencedores, buscadores de nuevas fortunas, asaltadores de premios, herederos de inmundicias, zafios iletrados, bobos ilustrados. «Orlados con el laurel o la ovación que a una común estolidez adeudan, solo la historia a la que pertenecen pudo engullir tan deleznable historia». Fue dicho por Caballero Bonald para señalar a otros pero aquellos «otros» ahora son éstos. Tienen nombre y apellidos, están en el poder y tienen cómplices pero no tienen razón.

No estamos seguros, tenemos dudas aunque tengamos razón y razones. Somos escépticos aunque no queremos perder la esperanza. Ni perder la Constitución aunque se deba reformar. Ni perder la monarquía parlamentaria aunque también necesite reformas. Ni perder la digna historia que construimos en la Transición. Acudimos a la presentación del ensayo de Juan Fernández-Miranda, Objetivo: democracia, que ha sido el ganador del Premio Espasa 2024. El joven periodista conoce de primera mano los vericuetos y complejidades que supuso el paso, difícil y necesario, del franquismo a la democracia. El joven Juan, que nació en democracia, conoció y comprendió muy bien el papel que en esa ejemplar historia de nuestra mejor evolución, jugó su tío abuelo Torcuato Fernández-Miranda. A su sensatez e inteligencia le debemos tributo.

«En compañía de José Antonio Zarzalejos y Fernando Jáuregui, se habló con melancolía de los tiempos de construcción de un nuevo país»

Tuvo Torcuato un lugar protagónico en el guion de los pasos que había que dar, los sapos que había que tragar y las necesarias trampas que hubo que arbitrar para pasar de la dictadura a la monarquía parlamentaria. Un apasionado y apasionante relato de un tiempo que no debemos olvidar. Una reivindicación de una política, unos políticos y un consenso que están en las antípodas de como se están construyendo las políticas de confrontación e intereses personales de nuestro momento.

En compañía de José Antonio Zarzalejos y Fernando Jáuregui, presentadores, se habló con melancolía de los tiempos de construcción de un nuevo país. De los acuerdos y concesiones que hubo que hacer entre diferentes. Entre el público dos testigos excepcionales de aquellos tiempos, Rodolfo Martín Villa y Ramón Tamames, nonagenarios y memoriosos, dos políticos que estaban en diferentes barricadas, dos historias que supieron evolucionar desde lo «azul y lo rojo», a los más diferentes y tenues colores de una democracia.

El autor del libro hizo homenaje a aquel espíritu de concordia, a los destacados de una tribu política y social que hoy se quiere denigrar desde extremas izquierdas -o lo que eso sea- o extremas derechas, también sea lo sea eso.

Desde los partidos que sostienen la legislatura sanchista, desde los nacionalismos a los oportunistas desunidos y progres de juzgado de guardia, se niega la Constitución del 78, se critica la monarquía y se evita decir «viva España». Incluso no hace falta irse a los extremos, desde el ala socialista monclovita, también hay ministros incapaces de sumarse a los vítores a España y al rey que al día siguiente se dieron en una cena de periodistas. Dos ministros socialistas presentes, Óscar López y Elma Saiz, se mantuvieron silenciosos ante esos tan subversivos reconocimientos de un país y un rey constitucional y democrático. Son muy dueños de sus silencios. O quizá no lo sean tanto. Les recomiendo ese libro para recordar el pasado que hizo posible su presente.

«Seríamos progres, pero no indocumentados y ya nos gustaban los ritos de la vida liberal. No confundir con ‘errejonadas’»

En el premiado libro hay muchos más personajes, uno de los esenciales menos recordados fue Pedro Sainz Rodríguez, uno de los principales consejeros de don Juan, lenguaraz, expansivo y bon vivant, que abrió los ojos a las dudas y temores que don Juan tenía respecto al papel que debería jugar su hijo Juan Carlos y a los temores de que fuera «entregado» a una educación franquista. Sainz Rodríguez le abrió los ojos diciéndole: «Hemos fracasado en derribar a Franquito. Está todo perdido. A Franquito no se le despega de la butaca ni con agua caliente. Tiene la idea firme, y nada desacertada, de que dos culos no caben en la misma silla. Si no coge la tisis o alguien le pega un tiro, este cabroncete nos entierra a todos». No cogió la tisis, pero no tuvo tiempo de enterrar al erudito, bibliófilo y gourmant de Sainz Rodríguez.

El erudito liberal murió nonagenario. Algunas veces le vimos celebrar la democracia parlamentaria en uno de sus restaurantes preferidos, el antiguo De La Riva, dónde sus ocurrencias y su memoria nos ilustraba y nos hacía reflexionar a los jóvenes progres de entonces. Seríamos progres, pero no indocumentados y ya nos gustaban los ritos de la vida liberal. No confundir con errejonadas ni otras vergüenzas y sinvergüenzas venideras.

Y en el día triste por las muertes y el desastre humano de la feroz DANA, a esa hora en que la vergüenza se televisaba en directo desde la mayoría genuflexa parlamentaria, estábamos acompañando al amigo escritor que mejor conoce la vida del Parlamento democrático, Luis María Cazorla. El letrado de las Cortes Generales, el académico y catedrático, conoce muy bien la importancia de las leyes y de nuestra Constitución y además encuentra tiempo para sus novelas «marruecas» e incluso para escribir sobre el amor y otras soledades como los demuestra en Pasión tardía.

Con un aforo lleno de juristas, de amigos de otras disciplinas y presentado por Manuel Gutiérrez Aragón y Eduardo Torres Dulce que después de celebrar el libro tuvimos que bajar a la realidad. Y la realidad es que ninguno de los muchos asistentes a la distendida presentación pudo dejar de pensar en el dolor y las víctimas. Tampoco ninguno de los conocidos, amigos, o no tanto, de Álvaro García Ortiz pudo dejarle un mensaje en su móvil. El fiscal general tenía el móvil apagado, fuera de cobertura o en manos de los Agentes de la Guardia Civil. La realidad superando cualquier ficción. ¡Qué país Miquelarena!

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