THE OBJECTIVE
Jorge San Miguel

Españoles universales

«Este deambular por el ideal es un vicio que acecha siempre al hombre moderno, pero en España el que lo puso de moda definitivamente fue Zapatero»

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Españoles universales

Parti socialiste | Flickr

España, este sitio tan asfixiantemente concreto, sufre un problema de inconcreción. Nadie en España se refiere a lo concreto y real, sino a alguna abstracción o idea platónica. De un tiempo a esta parte todo el mundo parece hablar sub specie aeternitatis. Nos hemos liberado de la pesada losa de las cosas concretas y nos dedicamos a los universales, que son más tersos, más cómodos.

Nos hemos tirado quince años debatiendo teorías de la secesión mientras los derechos políticos y civiles de la mitad de la población de Cataluña y País Vasco se vulneraban a diario. Hablamos del papel de España en el mundo -¡diplomacia feminista y verde!- pero el partido del (ex)vicepresidente del Gobierno vota en el Parlamento Europeo contra el aforamiento de los golpistas catalanes y no pasa nada. Son importantes los cuidados y el feminismo, nos va la vida en ello, se publican papers; pero ese mismo partido funciona en la práctica como un serrallo. Escribimos sobre los problemas laborales de los jóvenes, pero en España en estos años solo un par de partidos han llevado propuestas concretas de reforma al Congreso.

De la misma manera -escindiendo cuerpo y mente- es posible manosear el librito de Sandel y arrojárselo al contrario a la cabeza, obviando el hecho de que el partido senior en el Gobierno nacional haya ocupado hasta la última covachuela del Estado sin otro criterio que la conveniencia de su patrón, el de la tesis prefabricada. Una confederación de hijos-de emprende una cruzada contra la meritocracia; y a quienquiera que tenga la ingenuidad de proclamarse liberal se le alecciona a diario con galletitas de la suerte lockeanas: como si el poder desorejado que cupiese temer en España en los próximos años fuese el de la Iglesia o el de los Borbones, y no el de un PSOE dopado con fondos europeos y el de sus aliados territoriales en el desmontaje del estado del 78. Y qué decir de la pandemia: ahí teníamos a Illa y Simón, que parecen dos buenos tipos siempre que no bajemos a la concreta fisicidad de los 80.000 muertos y la ruina

Este deambular por el ideal es un vicio que acecha siempre al hombre moderno, pero en España el que lo puso de moda definitivamente fue Zapatero. Zapatero escribía cosas sobre el viento y cuando la concreción de un país quebrado se le puso por delante, cerró la boca y se fue a su casa. El otro día apareció por ahí pidiendo que Barcelona, la Barcelona de los descuideros y los machetazos, fuera la capital mundial de la Paz. Otros que habitan en el logos son algunos reformistas; porque, mientras no vivamos en alguna utopía escandinava, tanto da que nos gobierne algún conocido de Bárcenas o el carnicero de Mondragón.

Vivir en el ideal, por lo demás, tiene otros inconvenientes. Por ejemplo, esta semana varios países europeos han interrumpido la vacunación con el producto de Astra-Zeneca. Parece que algunas personas han sufrido trombos tras la vacunación. Toda precaución es poca. Se reproduce aquella lógica demente de las mascarillas que denunciaba Taleb: si la autoridad competente no está segura al 100%, es mejor morirse boqueando en una UCI. Algo parecido pasó con los transgénicos o con la energía nuclear. Tiene su lógica: la gente quiere cabezas en picas si las cosas salen mal; y al poder político ya le va bien plegarse, cuando no promover, este pensamiento beocio, no vaya a descubrirse que el Mago de Oz es un señor de Omaha con luces de colores. Toda Europa es un colosal NIMBY, y así estamos.

Entre tanto el sistema de partidos sigue yéndose a la mierda, y yo un poco con él. Empero, aunque la realidad sea fea, conviene vivir en ella: si vas todo el día con la vista puesta en el logos puedes acabar pisando una caca de perro.

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