THE OBJECTIVE
Irene Cacabelos

Esta no es otra columna sobre Mandela

La generosidad hizo posible nuestra Carta Magna del mismo modo que la fuerza del perdón convirtió a Mandela en el símbolo de la reconciliación de Sudáfrica.

Opinión
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Esta no es otra columna sobre Mandela

La generosidad hizo posible nuestra Carta Magna del mismo modo que la fuerza del perdón convirtió a Mandela en el símbolo de la reconciliación de Sudáfrica.

No. No voy a escribir nada sobre Madiba. En las últimas 48 horas se ha dicho  prácticamente todo lo que se podía decir sobre alguien que se había convertido en mito mucho antes de fallecer. He leído obituarios, he hojeado especiales fotográficos, he visto documentales y reportajes… y objetivamente, creo que no tengo nada que aportar. 

Así que me voy a quedar con una de las decenas de reflexiones de Mandela que han vuelto a resonar estos días y que me ha hecho pensar, no en Sudáfrica, sino en España. 

«Si no hay comida cuando se tiene hambre. Si no hay medicamentos cuando se está enfermo. Si hay ignorancia y no se respetan los derechos fundamentales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento».

No me malinterpreten, no creo que nuestra democracia sea hoy por hoy una cáscara vacía pero, coincidiendo con el aniversario de la Constitución, muchos han sido los analistas que han coincidido en el diagnóstico: toca reformar la Carta Magna.

Tampoco es un diagnóstico novedoso. Llevamos varios años celebrando la Constitución con cánticos de reforma y no coreando el cumpleaños feliz. Incluso la habitual recepción en el Congreso de los Diputados ha sido la menos concurrida de los últimos tiempos. No estamos para fiestas y parece que la Constitución tampoco.

Tal vez nuestra joven democracia esté llegando a la crisis de los cuarenta y necesite un retoque, pero tampoco se puede decir que los encargados de sostener sus pilares estén haciendo demasiado por hacerla sentir útil. Se habla de recuperar los consensos que la hicieron posible, pero ahora esos acuerdos se buscan para proceder a su modificación. Algo que, a priori, no parece una tarea sencilla.

¿Por dónde empezar? Quizás sea ese el primer consenso que deben establecer los partidos políticos pero, hoy por hoy, nadie parece estar dispuesto a ceder en sus pretensiones. 

La generosidad hizo posible nuestra Carta Magna del mismo modo que la fuerza del perdón convirtió a Mandela en el símbolo de la reconciliación de Sudáfrica. 

No son realidades comparables, ni mucho menos, pero así he vuelto al punto de partida. Esta no era una columna sobre Mandela …¿o sí?

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