THE OBJECTIVE
Ferran Caballero

El indulto que no habrá sido

«Sánchez sabe que el indulto no resuelve nada, porque lo que podía resolverse ya lo resolvieron los jueces y lo que no, tampoco lo resolverán ni él ni la cárcel»

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El indulto que no habrá sido

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Habrá aspavientos y tendrán razón, pero no podrá decirse que haya sorpresa. Sánchez ni engaña ni se engaña y esa es una extraña virtud que surge de sus peores defectos, que son los defectos de nuestro tiempo. En un mundo en el que la realidad se niega constantemente, en el que la verdad y la mentira se confunden y se usan de un modo tan grotesco, no son posibles ni el engaño ni la esperanza. Sánchez sabe que el indulto no resuelve nada, porque lo que podía resolverse ya lo resolvieron los jueces y lo que no, tampoco lo resolverán ni él ni la cárcel. Lo sabe Sánchez porque él mismo contribuyó mientras le convino a plantear el problema y su solución en términos tan etéreos e irreconocibles como el fin del nacionalismo, el advenimiento de la paz civil, la reconciliación entre catalanes, el reconocimiento de la pluralidad de nuestra sociedad y un montón de cosas más que sólo verá quien las quiera ver cuando las quiera ver. Nunca podrá saberse a ciencia cierta si el procés ha terminado o si el conflicto sigue instalado en un eterno periodo de latencia. Y ante un problema que no puede resolverse, lo único que cuentan son las voluntades. Intentarlo, que parezca al menos que estamos de parte de las soluciones y no de parte del problema.

Y para eso sí sirve el indulto. Solucionando las cuatro cosillas que están en su poder, las menudencias del día a día, como las cárceles y los presupuestos, Sánchez se va situando en el lado correcto de la historia que será y va empujando a sus opositores, también aquí, al bando del rencor y la bronca y el no pasar página ni arrimar el hombro. Mientras los suyos repiten que “lo volverán a hacer”, Rufián responde a preguntas que nadie le ha hecho diciendo que prefiere la vacuna a la independencia. Y así se van instalando Sánchez y sus socios en la perfecta situación en la que les salvan las intenciones donde los hechos les condenarían. Su objetivo compartido ni es ni puede ser el de acabar con el conflicto catalán, sino el de perpetuarlo. Sánchez y los independentistas viven mejor en la excepcionalidad, porque han descubierto que lo mejor es gobernar sin tener que responder por ello. Que gestionar este drama es lo peor y no da más que problemas pero que para seguir en el poder ya basta con la empatía. Con calmar los ánimos y susurrar que todo irá bien, convirtiendo a España entera en uno de esos hospitales que nunca colapsaron y a su Gobierno en el comité que nunca existió. Dentro de poco tampoco el indulto habrá existido, porque vamos pasando de la sedición a la sedación convencidos de que peor que morirse son los nervios y la crispación. Y así, y mientras el conflicto siga latente, Sánchez y los suyos se podrán ir repartiendo el poder como buenos hermanos porque, a pesar de los pesares, ellos prefieren la vacuna.

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