THE OBJECTIVE
Marta Garcia Bruno

Infancia en LCD

La sensación que flotaba en el aire destilaba una mezcla entre la decadencia y la pasividad. Futuros seres vacíos, donde las relaciones sociales tendrían que ir la mayoría de las veces revestidas de cristal líquido.

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Infancia en LCD

La sensación que flotaba en el aire destilaba una mezcla entre la decadencia y la pasividad. Futuros seres vacíos, donde las relaciones sociales tendrían que ir la mayoría de las veces revestidas de cristal líquido.

La sensación que flotaba en el aire destilaba una mezcla entre la decadencia y la pasividad. Futuros seres vacíos, donde las relaciones sociales tendrían que ir la mayoría de las veces revestidas de cristal líquido. Presentes porque las relaciones virtuales ya lo eran. Esa noche tenían poco más de ocho años. La imagen: la terraza de un bar, un día de verano cualquiera. Tres niñas comparten una mesa, mientas sus relajados padres se sientan en la contigua. 

Dos de ellas manipulan ensimismadas los teléfonos móviles de sus padres. Juegan a algo que tiene que ver con dar de comer a mascotas. Como los Tamagotchis, pero en moderno. Una de ellas tiene la “desgracia” –o más bien la educación que sus padres intentan inculcar– de no contar con un móvil de 4 pulgadas o similar, LCD, alta resolución. Ni un 5110 de antaño, porque no es momento. Y mientras las otras parecen drogadas ante el aparato, ella mira aburrida el horizonte. Qué lástima ver a una niña de 8 años que no corretea con sus amigas, compartiendo experiencias que harán que de mayor se desenvuelva en la vida con mayor facilidad.

¿Y en qué punto se encuentra la actitud de sus padres? La primera, errática. Pero entre conversaciones, risas, vinos y tabaco ninguno se dio cuenta de la estupidez que estaban cometiendo. La niña, desesperada e incrédula, tuvo que quejarse ante los padres de la actitud de las otras dos. Los adultos despertaron de su sueño irresponsable para “regañar” a las en realidad víctimas tempranas de la sociedad. Y llegó la normalidad que debería haber imperado desde el principio. Se fueron a jugar y los móviles volvieron a manos de sus padres. Es un relato de un hecho real. De un momento en el que los niños manejan con tres años un móvil, que usan whatsapp con 10. ¿Qué nos deparará el futuro?

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