THE OBJECTIVE
Hermann Tertsch

La mentira impenitente

Desde cazas ucranianos a cohetes o artillería o bombas de terceros, son cientos las variaciones sobre las versiones diversas de la conspiración para matar a los pasajeros y echar la culpa a los inocentes rusos. Hoy ya sabemos todos los que nos queremos enterar que el MH17 lo derribó en efecto un misil ruso del tipo Buk.

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La mentira impenitente

Desde cazas ucranianos a cohetes o artillería o bombas de terceros, son cientos las variaciones sobre las versiones diversas de la conspiración para matar a los pasajeros y echar la culpa a los inocentes rusos. Hoy ya sabemos todos los que nos queremos enterar que el MH17 lo derribó en efecto un misil ruso del tipo Buk.

Hace un año que fuera abatido sobre Ucrania oriental el vuelo MH17 de Malaysian Airlines de Amsterdam a Kuala Lumpur. Durante todo un año se ha producido, al margen de la investigación oficial holandesa, una interminable lluvia de versiones y teorías intoxicadoras cuyo principal objetivo era quitar fuerza a los resultados de aquella cuando se produjeran. Y mantener la duda permanente respecto a la certeza sobre la autoría del criminal derribo del avión y del asesinato de sus 298 humanos a bordo. Desde cazas ucranianos a cohetes o artillería o bombas de terceros, son cientos las variaciones sobre las versiones diversas de la conspiración para matar a los pasajeros y echar la culpa a los inocentes rusos. Hoy ya sabemos todos los que nos queremos enterar que el MH17 lo derribó en efecto un misil ruso del tipo Buk. Uno de los varios que suministraba el ejército ruso a los separatistas a través de la frontera entre Ucrania y Rusia. Esos misiles estaban allí para derribar los aviones y helicópteros ucranianos. Un avión ucraniano es lo que creían haber derribado los separatista rusos aquel 17 de julio según se comunicaron por radio con entusiasmo varios grupos. Antes claro que acudir a la zona donde se hallaban espacios los restos en varios kilómetros cuadrados y comprobar que aquello era un vuelo civil y que los equipajes estaban llenos de artículos de playa y juguetes de niños. Sabemos que fueron los separatistas rusos los que abatieron aquel avión al confundirlo con uno del enemigo. Y sabemos que pudieron hacerlo por la misma razón que pueden aun mantener ocupadas las regiones orientales ucranianas. Por la misma razón que pudieron neutralizar en días a las tropas ucranianas en Crimea antes de consumar invasión y anexión ilegal. Todo ello ha sido posible porque la agresión, la intervención de Rusia por orden de Vladimir Putin es directa, masiva y constante tanto con armas como con apoyo logístico y también tropas regulares de combate procedentes de Rusia.

Un año después, a tres meses de que se publique el informe oficial final en octubre, se confirma ya lo que se sabía a las pocas semanas. Pero la noticia preocupante ya no está en la reafirmada autoría rusa del derribo del avión ni en la trágica muerte de las 298 víctimas, sino en la guerra de desinformación desatada por Rusia desde el día siguiente a la catástrofe. En la confirmación de una inmensa red de medios, información, desinformación y propaganda con que cuenta hoy la Rusia de Putin en todo el mundo y muy especialmente en el mundo occidental. Esta red ha estado suministrando sin cesar verdades alternativas, muchas de ellas perfectamente inverosímiles, a la acusación a las tropas rusas. Para generar confusión y no permitir nunca que la verdad se reafirme como incuestionable. Es una estrategia que cada vez utilizan más en su lucha política las fuerzas totalitarias antioccidentales, sean de extrema derecha o extrema izquierda, muchas de ellas financiadas directa o indirectamente por la propia Rusia de Putin o algunos regímenes amigos. Rusia seguirá negando con todo cinismo su implicación en el derribo del MH17 con la misma obstinación con que durante nueve lustros negó su autoría de la matanza de Katyn en donde fueron exterminados 20.000 oficiales y miembros de las elites polacas. La mentira masiva, plural y permanente como una cortina avasalladora que impida el establecimiento de una verdad incontrovertida no es una técnica nueva de los totalitarismos pero alcanza unos niveles tremendos de sofisticación y eficacia. Es así como pueden los totalitarios, en Moscú, en Caracas, en Teherán, en La Habana o el ayuntamiento de Madrid desplegar sus tentáculos para neutralizar la verdad que expone sus intereses y sus objetivos contra la libertad y la democracia y el imperio de la ley entre los pueblos. Crean un sinfín de alternativas para que la verdad naufrague en la incertidumbre. Impedir que así sea es el reto de toda sociedad abierta y de los defensores de la democracia y la libertad, amenazadas ambas tanto en regiones de Ucrania como en la Europa occidental de los populismos

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