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Félix de Azúa

Aprendizaje de la decepción

«La aceleración que ha supuesto el caudillaje de Sánchez y la política degenerada ha reconstruido el frentismo de la guerra civil, sus odios y su corrupción»

La peseta cultural
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Aprendizaje de la decepción

Ilustración de Alejandra Svriz

El invento orteguiano de las generaciones puede no tener mucha base científica, pero es muy cómodo para situar las sucesivas tandas de intelectuales, artistas, escritores, o lo que sea, que se lanzan al ruedo. En nuestro país suelen hacerlo tarde, hacia los cuarenta años. Aunque hay ejemplos de precocidad.

Ese fue el caso de Ramón González Férriz (RGF), una de las mejores cabezas periodísticas de la actualidad. Hacia 2018 él y un nutrido grupo de amigos y conocidos consideraron que era el momento de irrumpir en la vida política activa y asumir responsabilidades. Y como todas las generaciones, una década más tarde comprendieron que habían fracasado, no por falta de talento, sino por la insoportable estupidez del establecimiento. Esta es la historia que cuenta con brevedad y rigor en su librito La ruptura (Debate).

Con cierto pudor elegante nuestro colega (hola, Ramón) no cita nombres, pero los que son del ramo (periodismo, política, universidad) los reconocerán. El grupo, bastante numeroso, es el que se hizo ilusiones cuando irrumpieron en la política española dos nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos. Durante unos años parecía que iban a sustituir a los antiguos (las célebres «castas») y que iba a ser posible la renovación y la regeneración del país. Por esta razón hacia 2018 los amigos y compadres de RGF decidieron llegada la hora de subirse al poder, por la izquierda o por la derecha.

Era gente sobre los cuarenta años (el autor nació en 1977) y tenían experiencias similares en los diarios, en los digitales, en los círculos universitarios y políticos madrileños y barceloneses. Casi todos compartían una posición centrista y liberal, aunque inclinada hacia la derecha o a la izquierda. En aquellos años todo parecía posible.

Cuando Sánchez tomó el poder, tanto Ciudadanos como Podemos ganaron un gran número de diputados en las elecciones. Era el momento. Y entonces es cuando se produjo la ruptura que da título al libro. Por un lado, el partido Ciudadanos comenzó una deriva suicida. Y por el de Podemos empezaron a ponerse de manifiesto lo que más tarde Ovejero definiría como las majaderías de «la izquierda reaccionaria». La decepción fue enorme y produjo, además, otro tipo de ruptura: la de quienes se apartaron de la política fáctica y los que se quedaron y comenzaron a reptar por las moquetas de la política cínica y corrupta, es decir, la llamada «progresista».

«La política local y nacional es, en España, un sumidero de codiciosos, con alguna excepción de gente moral e intelectualmente digna»

Es interesante constatar que una fecha tan próxima como 2018 es ya un apartado con categoría histórica. La aceleración que ha supuesto el caudillaje de Sánchez y la política degenerada que está ya rompiendo en pedazos la democracia española a imitación del caudillo Franco, ha reconstruido el frentismo de la guerra civil, sus odios, su ineficacia, su estupidez y su corrupción. 

En un reciente artículo de Anne Applebaum publicado por el Financial Times (The kleptocrats…) se expone con escalofriante rigor cómo el mayor problema actual no es un conflicto entre clases sociales, o incluso entre ricos y pobres, sino entre democracias decentes y el poder ilimitado y dictatorial de los grandes magnates, mafias y corporaciones que escapan a todo tipo de control democrático. La globalización no consiste sólo en poder comprar bolígrafos chinos, también los dictadores se mueven con toda impunidad por el mundo financiero. Que la política siga aparentando ser una alternancia de buenos y malos es una simpleza rústica que sólo sirve para distraer de los verdaderos problemas, algunos trágicos.

Esta evidencia está en el origen de lo que suele llamarse «crisis de la democracia» y el escepticismo cada vez mayor de los votantes. La generación de RGF constató, una vez más, que la política local y nacional es, en España, un sumidero de codiciosos, con alguna excepción de gente moral e intelectualmente digna. Como Applebaum, la cual, en su artículo, se pregunta por qué ningún país democrático está luchando por acabar con los refugios, cuevas, paraísos y demás cloacas del dinero real, el de los dueños del mundo, los que de verdad mandan.

Bien es cierto que gente honesta como RGF debe seguir tratando de mejorar las cosas en nuestro pequeño ámbito, pero quien siga creyendo que en este país lo que se juega es el poder entre la derecha y la izquierda, o está mal informado, o cobra por creerlo, o es más rancio que el carlismo.

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