THE OBJECTIVE
Óscar Monsalvo

La serpiente del verano

Pablo Iglesias criticaba hace unos días en La Ser que se vinculase ser dirigente abertzale con ser de ETA. El entrevistador le había preguntado por la inhabilitación de Otegi. Y Otegi, habrá que recordar, era de ETA. Y era dirigente abertzale. Y fue dirigente abertzale a las órdenes de ETA. No se trataba de dos cuestiones independientes, sino que llegaron a ser la misma cosa. Otegi representa a los peores de la sociedad española. A los que justificaban y sostenían a ETA antes y a los que ahora pretenden blanquear a la banda terrorista. Y pretende representar también a todos los ciudadanos vascos. Esto podría ocurrir, y sería un desastre. Pero esto, ahora, no es la cuestión. La cuestión es que Otegi no puede ser candidato en las próximas elecciones autonómicas del País Vasco. Y no puede serlo porque fue condenado por intentar reconstruir el brazo político de ETA, no por ser dirigente de la izquierda abertzale. No es un caso aislado. El último episodio en este historial de relaciones entre dirigentes de la izquierda abertzale y ETA ocurrió en enero de este mismo año, cuando 35 dirigentes de agrupaciones de la izquierda abertzale (Batasuna, el Partido Comunista de las Tierras Vascas y Acción Nacionalista Vasca)aceptaron la acusación de pertenencia a organización terrorista y fueron condenados a penas de entre año y medio y dos años de cárcel.

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La serpiente del verano

Pablo Iglesias criticaba hace unos días en La Ser que se vinculase ser dirigente abertzale con ser de ETA. El entrevistador le había preguntado por la inhabilitación de Otegi.
Y Otegi, habrá que recordar, era de ETA. Y era dirigente abertzale. Y fue dirigente abertzale a las órdenes de ETA. No se trataba de dos cuestiones independientes, sino que llegaron a ser la misma cosa.

Otegi representa a los peores de la sociedad española. A los que justificaban y sostenían a ETA antes y a los que ahora pretenden blanquear a la banda terrorista. Y pretende representar también a todos los ciudadanos vascos. Esto podría ocurrir, y sería un desastre. Pero esto, ahora, no es la cuestión. La cuestión es que Otegi no puede ser candidato en las próximas elecciones autonómicas del País Vasco. Y no puede serlo porque fue condenado por intentar reconstruir el brazo político de ETA, no por ser dirigente de la izquierda abertzale.

No es un caso aislado. El último episodio en este historial de relaciones entre dirigentes de la izquierda abertzale y ETA ocurrió en enero de este mismo año, cuando 35 dirigentes de agrupaciones de la izquierda abertzale (Batasuna, el Partido Comunista de las Tierras Vascas y Acción Nacionalista Vasca)aceptaron la acusación de pertenencia a organización terrorista y fueron condenados a penas de entre año y medio y dos años de cárcel.

Se trata de un camino muy transitado. Algunos pasaron de la izquierda abertzale a ETA, como Mikel Otegi, y otros pasan de ETA a la izquierda abertzale, como Elena Beloki, en las listas de EH Bildu por Guipúzcoa para las autonómicas.
Tras la confirmación de la inhabilitación de Otegi por la Junta Electoral de Guipúzcoa, los principales dirigentes de Podemos expresaron su apoyo al dirigente de EH Bildu. Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Irene Montero, Ramón Espinar y Alberto Garzón, entre otros. Y también Nagua Alba, Eduardo Maura y Lander Martínez, de Podemos Euskadi.
Pero los hechos son los hechos. Y la vinculación que de verdad molesta a Iglesias, a Otegi y a sus votantes no es la que se da entre la izquierda abertzale y ETA, sino la que se da entre los hechos y los actores, porque nos recuerda quiénes somos y a quién defendemos.

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