THE OBJECTIVE
Gregorio Luri

Los adultos de mañana

“El 65% de los alumnos van a estudiar carreras que no les servirán”, aseguraba Helena Herrero, presidenta de HP España, durante el pasado Mobile World Congress. Quizás creyera que estaba revelando una verdad al mundo, pero sólo contribuía a la difusión de un lugar común. Repetía lo que ya venían diciendo tanto el Foro Económico Mundial de Davos, en su informe The Future of Jobs, como cientos de personajes del mundo de los negocios y de la educación.

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Los adultos de mañana

Reuters

“El 65% de los alumnos van a estudiar carreras que no les servirán”, aseguraba Helena Herrero, presidenta de HP España, durante el pasado Mobile World Congress. Quizás creyera que estaba revelando una verdad al mundo, pero sólo contribuía a la difusión de un lugar común. Repetía lo que ya venían diciendo tanto el Foro Económico Mundial de Davos, en su informe The Future of Jobs, como cientos de personajes del mundo de los negocios y de la educación.

Fue Richard Riley, secretario de educación de Bill Clinton, quien con más éxito mediático le dio forma a esta idea, en el año 2004: “Los trabajos más solicitadas en 2010 todavía no existen. Los trabajadores del futuro inmediato utilizarán tecnologías que aún no han sido inventadas para resolver problemas que ni siquiera sospechamos hoy que serán problemas mañana”. Pero tampoco era una idea original de Riley. En 1996 había asegurado lo mismo Bill Clinton. De referencia en referencia, he conseguido remontarme hasta 1966, año en que el pedagogo laborista británico Peter Mauger pontificó que “los adultos de mañana se enfrentarán con problemas cuya naturaleza hoy no nos podemos imaginar. Tendrán que vérselas con trabajos que aún no han sido inventados. Necesitan un currículum que les enseñe a hacer preguntas, a explorar, a interrogarse, a reconocer la naturaleza de los problemas y cómo resolverlos”.

Imaginemos que todos ellos se dirigían a estudiantes de 14 años. En este caso, los estudiantes de Riley tienen ahora 27 años; los de Clinton, 35, y los de Mauger, 65. Por lo tanto, si queremos saber cómo se han ido adaptando al futuro, no tenemos más que preguntárselo. Muy probablemente los que han tenido éxito nos dirán que las siguientes competencias les han sido de gran ayuda:

  1. Dominio de la atención y de la memoria.
  2. Formación consistente, que les ha permitido ser lábiles.
  3. Saber hablar, saber oír y saber pensar.
  4. Capacidad de aprender de la experiencia propia y de la ajena.
  5. Capacidad de generar confianza y mantenerse fieles a la palabra dada.
  6. Pensamiento estratégico.
  7. Voluntad de no ser sólo modernos, es decir, de disponer de una perspectiva amplia sobre el presente que vaya más allá de lo inmediato.

Como estas competencias resumen lo que Sean Covey ha llamado Los siete hábitos de los adolescentes altamente efectivos, sospecho que el futuro nunca será sólo futuro. Incluso me atrevo a proclamar tres certezas sobre el porvenir:

  1. Que todo fluya será más soportable si hay personas que cada día cumplen con su horario laboral para que también el agua corriente fluya. Es decir, si la confianza sigue siendo una fuente de sentido.
  2. Que las cosas cambien será más llevadero si hay cosas que se muestran estables. Cuanto más innovemos, más necesidad tendremos de recuperar recetas de la abuela. Los parques tecnológicos ya son vecinos de los museos.
  3. Que cuanto más acelere el cambio, con más convicción exigiremos a las instituciones fidelidades seguras (para compensar que las que les ofrecemos en contrapartida sólo sean condicionales).
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