THE OBJECTIVE
Jaime G. Mora

Los atajos de la autoficción

«La literatura es un delicioso juego de máscaras»

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Los atajos de la autoficción

En Lejos de Kakania (Periférica, 2019), la novela autobiográfica en la que Carlos Pardo reinventa su amistad con un poeta al que llama Virgilio López, el autor madrileño dice que “la verdad de un libro no radica tan solo en la veracidad de los hechos que se cuentan en él, sino en otro nivel menos consciente: las intenciones de uno cuando escribe”. En este libro, repleto de nombres reales, hay venganza, explica, venganza contra su amigo y contra su soledad literaria: “Cuando empecé a escribir este libro ya no me avergonzaba criticar a mi amigo en público”.

En una inteligente vuelta al juego de la autoficción, Pardo incluye la versión de su amigo, ya un personaje literario: “Esto es un homenaje a nuestra verdad, aunque no nos reconozcamos ya en ella. Yo, de hecho, no me reconozco en absoluto en el personaje que lleva mi nombre, aunque algunas de sus circunstancias puedan parecerse a mi vida. […] Además, todo el mundo que aparece en esta novela ha muerto: murieron los protagonistas, murió nuestra amistad, murió la poesía y murieron las relaciones de entusiasmo”.

Todo es real hasta que se publica, nos viene a decir el autor.

En Noruega, ahora que Knausgård haya puesto punto final a su “lucha”, el debate sobre la apropiación de la vida de los otros se mantiene vivo tras la publicación de La herencia (Nórdica, 2019): la autora Vigdis Hjorth usa aquí, sin permiso, la correspondencia familiar para narrar la disputa entre hermanos para repartirse una herencia. La autoficción sigue tomando atajos.

Un libro de reciente publicación en Estados Unidos, The Dolphin Letters (FSG, 2019), nos devuelve a los años 70, cuando el poeta Robert Lowell protagonizó un escándalo literario que aún hoy sigue resonando. El título recoge las cartas que Lowell y su exmujer Elizabeth Hardwick, una de las ensayistas más destacadas durante la segunda mitad del siglo pasado, se escribieron entre 1970 y 1977. No son unos años elegidos al azar, claro. 1970 es el año en que el poeta abandonó por otra mujer a Hardwick, que durante 23 años hubo de soportar numerosas infidelidades, los trastornos mentales de Lowell y sus problemas con el alcohol. Y 1977 es el año en que Lowell murió.

“Supongo que nunca volveré a saber de ti”, le escribió Hardwick a su exmarido en una carta. “Debo decir que me siento como una viuda”, le diría después. “Te echo de menos terriblemente y siempre lo haré hasta que muera”. Pasaron los meses y Hardwick seguía desesperada por Lowell: “Me pregunto si tú nos estás dejando o si yo te estoy dejando a ti”. “No nos olvides”, le pedía, “aquí había una vida y sigue estando”. “Si me necesitas, siempre estaré allí, y si no me necesitas, siempre estaré allí”.

La sorpresa de Hardwick cuando en 1973 Lowell publicó su libro The Dolphin fue mayúscula: el poeta había incluido en él muchas de las cartas que ella le había enviado desde la ruptura. Varios son los libros que han documentado este escándalo, incluido uno que recogía las cartas que Lowell le había enviado a Hardwick, pero de las que ella escribió solo se conocía lo que él usó en su libro. The Dolphin Letters revela las cartas de Hardwick, hasta ahora inéditas.

“Estoy a punto de sufrir un colapso”, le escribió Hardwick a Lowell tras publicarse el libro del poeta, “y también estoy paranoica y asustada por lo próximo que puedas enviar a las tiendas, como usar esta carta”. Pese a todo, cuando el matrimonio de Lowell con su nueva mujer fracasó, Hardwick aceptó el regreso del poeta, pero su temprana muerte cerró esta historia tan tormentosa.

Dos años después, en 1979, Hardwick publicó Noches insomnes (Navona, 2018), una novela cuya protagonista guarda muchas similitudes con la vida de la autora. Lowell, antes de morir, había animado a Hardwick a que incluyera en el libro cualquier cosa que quisiera sobre él. Pero Hardwick apenas introdujo unas pocas menciones directas, y siempre sin identificarlo. Esta invisibilidad es precisamente lo que hace que Lowell esté presente en todas y cada una de las páginas de la novela.

La literatura es un delicioso juego de máscaras.

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