Los ‘huerfanitos’ europeos del Brexit
Sea cual sea el desenlace final, la marcha de los representantes británicos de las instituciones comunes puede hacer zozobrar el equilibrio que ha existido en la Unión Europea
Se dice que la crisis del Brexit ha servido para unir a Europa. Es cierto que la Unión Europea ha respondido con una sola voz al desafío que supone la salida del Reino Unido de la unión, sin dividirse en ningún momento ni ceder a las presiones de Londres para reabrir el acuerdo ante el caos institucional que ha provocado la dudosa gestión que ha hecho la primera ministra Theresa May del mandato popular resultante del referéndum. Aunque el Parlamento le ha arrebatado a la May el control del Brexit y esta ha ofrecido su dimisión a cambio de que este acepte su plan, sigue sin poder descartarse el peor de los escenarios posibles; la salida sin acuerdo de la UE en los próximos días. Sea cual sea el desenlace final, la marcha de los representantes británicos de las instituciones comunes puede hacer zozobrar el equilibrio que ha existido en la Unión Europea entre los países del Norte defensores del libre mercado, liderados hasta ahora por el Reino Unido, y los más intervencionistas, como Francia y Alemania y la mayoría de los países del Sur, que quieren aprovechar la salida de los británicos para avanzar en su agenda.
Dinamarca, Holanda, Finlandia, Suecia, Irlanda y los estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania, que forman la llamada Liga Hanseática, quedarían huérfanos de su principal referente que es además uno de los pesos pesados de la UE económicamente hablando. El grupo ha unido fuerzas para plantar cara a la alianza franco-alemana que promueve el presidente francés, Emmanuel Macron. Aspira a frenar los intentos de dirigir los asuntos económicos ocupando algunos de los puestos claves en Bruselas que se repartirán tras los resultados de las elecciones al Parlamento europeo el próximo mes de mayo. “Echaremos en falta una voz de orientación más liberal en las reuniones”, decía Lars Lockke Rasmussen en una reciente entrevista al Financial Times. En su opinión, la UE debe defender la economía liberal y no caer en la tentación de intentar imitar el modelo intervencionista chino. “No estoy a favor de un mercado sin alma pero tampoco a favor de uno politizado”. Dinamarca, que forma parte de la UE pero no del euro y ha sido de los países más euroescépticos del bloque (basta recordar el no al Tratado de Masstricht), aspira a involucrarse más activamente en los asuntos comunes.
Fue precisamente una danesa, la comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, la comisaria de Competencia de la UE, la encargada de abortar el mes pasado la fusión entre la alemana Siemens y la francesa Alstom, dos grandes compañías de tecnología industrial ferroviaria que aspiraban crear un gigante que pudiera competir con los mayores rivales de terceros países. Ante la negativa, Francia y Alemania han presentado un manifiesto pidiendo, entre otras cosas, un cambio en las leyes antimonopolio y la prevalencia de la decisión del Consejo de Ministros frente a la Comisión. En él, reivindican la necesidad de tener una política industrial europea más defensiva, que facilite las fusiones entre grandes grupos industriales y que limite las inversiones extranjeras, más en concreto las de China, en tecnología que luego importa a su país y termina dañando o el tejido industrial europeo.
Mientras, China ha puesto ya un pie en Europa. Concretamente en Roma, donde Gobierno populista de coalición ha visto su participación en la Nueva Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative, en inglés) como una oportunidad para obtener las inversiones en infraestructuras que necesita para impulsar su economía, sumida en una recesión desde mediados de 2018, y a las que su presupuesto, controlado por Bruselas, no llega. Al aceptar este tentador este estímulo fiscal, la Liga Norte y el Movimiento Cinco Estrellas convierten a Italia en el primer miembro de la UE en integrarse al ambicioso plan chino de inversiones, con todas las repercusiones geopolíticas que ello conlleva. La decisión puede anticipar la tendencia de ir en solitario de algunos de los 27 estados miembros en un futuro no muy lejano si se confirma la ascensión de los partidos nacional populistas, que recogen todas las encuestas, y que son más favorables a recuperar la soberanía cedida a Bruselas y a defender sus intereses de forma individual.
Frente a los huerfanitos unidos en la Liga Hanseática, más partidarios de desarrollar plenamente el mercado común que de apoyar un presupuesto de los 27 o de intervenir en la economía, la propuesta común más proteccionista defendida por Macron, con el beneplácito de Berlín, ha sido inesperadamente bien recibida por líderes como el nacionalista húngaro Víktor Orban, un habitual clavo en el zapato de la Unión Europea. Lo que les convierte en extraños compañeros de viaje. ¿Qué tesis prevalecerán? El Parlamento que resulte de las elecciones de mayo y la distribución de los puestos en la Comisión serán claves para saberlo. De momento, la liberal danesa Vestager es una firme candidata a sustituir a Jean Claude Juncker como presidenta del Ejecutivo europeo. De igual modo que supo frenar la fusión entre Siemens y Alstom, ha sabido también pararle los pies a los gigantes como Google o Apple por sus prácticas abusivas en internet frente a otras empresas europeas. E imponerles de paso multas multimillonarias. ¿Representa tal vez el punto de equilibrio deseable entre una tendencia y otra?
El caso es que de confirmarse el agónico Brexit, duro o suave o prorrogado, la ausencia futura de los británicos en la toma de decisiones en Europa; la tradicional querencia francesa a intervenir en los asuntos económicos, y la irrupción en el Parlamento de fuerzas que reclaman la soberanía nacional frente a Bruselas, abren inevitablemente un gran interrogante sobre los principios que guiarán la política fiscal e industrial de la UE en los años venideros. Y, una vez más, la capacidad del continente para hacer frente estos retos definirá sus posibilidades de mantener un papel hegemónico en el convulso mundo que nos ha tocado vivir.