Los pistachos de Sánchez
«Huir al futuro es algo que igual nos gustaría a todos. Echarnos a dormir y despertarnos sin pandemia»
Para que un pistachero dé su primer pistacho hay que esperar, de media, cinco años. Y para poner el arbolito en plena producción se necesita casi una década. No apto para cortoplacistas, se considera que su cultivo es uno de los que más futuro tiene en España. Hablamos de uno de los frutos secos más caros del mercado y nuestro país es importador. El objetivo es convertirnos en exportadores.
Si la producción sigue con los ritmos de crecimiento actual, probablemente, lo habremos conseguido para ese 2050 del que nos habla Pedro Sánchez. El presidente, que hace siglos que no aparece para explicarnos cómo va nuestro presente pandémico, se va a poner su traje futurista para hablarnos de lo que vendrá cuando muchos igual ya ni estemos. De otra cosa igual sí, pero de cortoplacista no podemos acusarlo.
Ocurre sin embargo que le han tocado unos tiempos convulsos —¿cuáles no lo son?— en los que hace falta política al minuto. Aquí casi no da tiempo ni de revisar el VAR. Nunca vimos tanto cambio de normativa en tan poco tiempo. La política convertida en periodismo: el BOE de hoy, toques de queda, cierres perimetrales, mascarilla sí… mañana servirá para envolver pescado. Todavía no saben los empresarios de la noche cuando volverán sus DJ, ni nosotros si este verano bailaremos en las verbenas pegados o separados, pero enseguida tendremos noticias del 2050.
Huir al futuro es algo que igual nos gustaría a todos. Echarnos a dormir y despertarnos sin pandemia. Sin crisis con Marruecos. Sin los ERE que vienen. Sin la dependencia del turismo de sol y playa. Sin nuestros bajos índices de I+D. El sueño de todo político. Y así, el gran misterio de la legislatura ha quedado desvelado: el presidente se compró un colchón nada más llegar a Moncloa para soñar con el futuro. Sentimos el baño de realidad: el futuro es eso que hacemos hoy. «Cambia tu vida hoy, no te juegues el futuro, actúa ya, sin demora», que decía Simone de Beauvoir.
Pero ¿cómo afrontar según qué problemas del presente? ¿Cómo asumir la amplia victoria de Ayuso?, se pregunta el binomio Sánchez-Redondo. Busca, busca, mira hacia delante. ¿Cómo de delante, jefe? Todo lo que haga falta. ¿El 2050 está bien? Fantástico.
Pero mientras el equipo fantasea con el Nobel de la reconstrucción y la creación de la nueva España —algo tendrá también que decir Bruselas—, el presente, que no es más que el futuro de nuestro pasado, se abre paso. La gestión diaria poco tiene de literaria. Por el contrario, el Nuevo Plan, nos dicen, viene cargado de referencias bibliográficas. Quizá Camus esté en ellas. Advertía el autor de La peste al recoger su premio Nobel: «Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea quizá sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga». Cambien mundo por España y ahí lo tienen: el presidente atropellado.
Si toca tierra, los agricultores le contarán el secreto para mirar al futuro. Es la lección del pistacho: para pasarse al fruto verde también se necesita un buen plan de presente hasta que nazca el primer fruto.