THE OBJECTIVE
Raquel Sastre

Médicos robots

¿La NASA acaba de sacar un médico robot? Qué anticuados. En la seguridad social los llevamos usando desde hace años gracias a los recortes y la privatización. ¿No os da la sensación de que el médico ni os mira cuando entráis en la consulta?

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Médicos robots

¿La NASA acaba de sacar un médico robot? Qué anticuados. En la seguridad social los llevamos usando desde hace años gracias a los recortes y la privatización. ¿No os da la sensación de que el médico ni os mira cuando entráis en la consulta?

¿La NASA acaba de sacar un médico robot? Qué anticuados. En la seguridad social los llevamos usando desde hace años gracias a los recortes y la privatización. ¿No os da la sensación de que el médico ni os mira cuando entráis en la consulta? «¿Qué le pasa?» «Me duele el estómago». «Eso es un virus». «¿Seguro? ¿No tendrá nada que ver el cuchillo que tengo clavado?» «Seguro, es que el virus este año viene muy fuerte».

Cuando llevas tantos años atendiendo el mismo tipo de casos, tu trabajo se vuelve mecánico. Y si a eso le añades que por los recortes te doblan el número de pacientes, tienes que transformarte en un robot para poder atenderlos a todos. Como será la cosa, que el otro día mi médico se despidió con un «Sayonara, baby».

La sanidad debería ser el servicio más eficiente de todos, pero por más que se esfuerce el personal sanitario, nuestros políticos no les dejan. Los pacientes hemos pasado de personas a productos que hay que procesar: unos a listas de espera interminables para una intervención, otros a casa unos días para recuperarse, otros a rellenarle unas recetas. Y así un día con otro.

El problema es cuando llega un caso especial y estás tan saturado, que tu mente robótica lo pone en uno de esos tres montones, sin atender lo suficiente. A mí me pasó. Hace 5 años fui con un dolor de cabeza terrible al médico y me diagnosticó jaqueca. Al rato volví con mucha fiebre y me dijo que sería gripe. Cuando no me podía ni mover del dolor, me ingresaron en el hospital y llegaron a la conclusión buena: meningitis. Si llega a ser «la mala», ese lapso de tiempo me habría costado una ceguera, una sordera o, incluso, la muerte.

Por eso aprovecho estas líneas para pedirlo: salgamos a la calle a apoyar a nuestro personal médico. Salgamos para evitar los recortes y las privatizaciones. Salgamos porque, con cada recorte que hace el gobierno, nos estamos jugando la vida.

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