Apaga y vámonos
Antes se hablaba del cuerpo como instrumento de trabajo o de placer. Ahora ya sabemos que nuestro cuerpo ni nos da tanto placer ni un trabajo estable, sólo es otro espacio para exhibir consejos comerciales.
Antes se hablaba del cuerpo como instrumento de trabajo o de placer. Ahora ya sabemos que nuestro cuerpo ni nos da tanto placer ni un trabajo estable, sólo es otro espacio para exhibir consejos comerciales.
Antes salías del metro en Sol y te ibas a tomar unos vinos a la plaza Mayor, y aún había turistas atolondrados, timadores, soldados sin graduación y hasta algunas mujeres fáciles en una edad difícil. Ahora Sol es “Vodafone Sol” y al salir del metro todo son hombre-anuncio que ofrecen “dinero al instante” y compran oro y afirman: “pago el máximo”. El sentido del universo se ha aclarado por fin, pero no ha sido gracias a los filósofos ni a los científicos, sino a la iniciativa empresarial. El universo no es más que un excelente soporte publicitario. Las estaciones de metro, tu correo electrónico y hasta nuestros propios cuerpos no tienen más finalidad que anunciar un mundo mejor, el paraíso del consumo, la felicidad tal y como la conciben las grandes empresas. Antes se leía a Marcuse y se hablaba del cuerpo como instrumento de trabajo o de placer. Ahora ya sabemos que nuestro cuerpo ni nos da tanto placer ni un trabajo estable, sólo es otro espacio para exhibir “consejos comerciales”. Los jugadores del Madrid se parecen demasiado a esos tipos que te ofrecen dinero al instante por tu alianza o tu muela de oro: usan su cuerpo para promocionar líneas aéreas, tienen cara de no ser de aquí y llevan las mismas zapatillas fosforescentes que siempre aparecen bajo el disfraz de Mickey Mouse con el que un tipo anuncia una tienda de juguetes. Si el metro, la fachada de las casas y hasta nuestros propios cuerpos solo sirven para publicitar otro mundo, será que éste ya no tiene arreglo y nos estamos dejando engañar. Si, como decía Rimbaud, “la vraie vie est ailleurs”, la verdadera vida está en otra parte, ¿qué narices hacemos todavía aquí al servicio de compañías telefónicas, líneas aéreas y empresas de refrescos?