In & Out en Rusia
Desde hace años, hablar de democracia en Rusia es abrir una puerta a una dimensión desconocida, a algo que muchos no saben lo que realmente significa.
Desde hace años, hablar de democracia en Rusia es abrir una puerta a una dimensión desconocida, a algo que muchos no saben lo que realmente significa.
Mientras detienen al líder de Amanecer Dorado en Grecia, media Europa (y parte de la otra) se está empezando a poner nerviosa al observar cómo los fantasmas del pasado, vuelven a aparecer en un momento de crisis y de gran descontento social en muchos países de la UE. Aunque no forme parte de la UE, en Rusia se han vuelto a poner nerviosos al publicarse una carta abierta de la líder de las Pussy Riot, Nadezhda Tolokónnikova, de 23 años, donde describe con detalles cómo las presas son tratadas como esclavas, trabajando en cárceles parecidas a campos de concentración entre 16 y 17 horas al día, durmiendo cuatro horas. Todo por pedir en una Iglesia que la Virgen se llevara a Vladirmir Putin del Kremlin y que el pueblo ruso abra un poco su retrógrada mente.
Desde hace años, hablar de democracia en Rusia es abrir una puerta a una dimensión desconocida, a algo que muchos no saben lo que realmente significa. El auge de lo grupos extremistas que golpean y humillan a jóvenes gays en la calle y a plena luz del día bajo la permisividad del Kremlin pone de manifiesto que las minorías que exigen cambios y una apertura mental, sólo reciben golpes y torturas; Artem Gorodilov es un buen ejemplo. La homosexualidad no es nueva en Rusia, pero el orgullo de la madre patria había escondido durante décadas la palabra y el acto en sí, pero sin llegar a los niveles de odio y persecución actuales. Digamos que Rusia ha salido del armario de la peor forma posible. Las autoridades intentan maquillar las acciones criminales contra gays amparándose en que Rusia respeta, pero no acepta, la publicidad de la homosexualidad en público, aunque de momento nadie ha visto ni un solo anuncio en Rusia tipo “hazte gay tovarish, que es lo que se lleva ahora”. Por motivos familiares, servidor mantiene interesantes debates sobre la necesidad de cambios en Rusia, llegando a la conclusión que deberán pasar muchos años, puede que más de cien, para que Rusia tenga una democracia plena, abierta, con un parlamento definido, unas leyes lógicas y un presidente alejado de las dictaduras y la megalomanía. El primer paso para avanzar es reconocer los errores y buscar formas para poder corregirlos.
Personalmente, la excusa política de que la homofobia y el racismo forman parte del carácter ruso y que durante años muchos rusos no sabían lo que era un gay, no me sirve, pues no toda Rusia piensa como muchos exKGB que están en el poder. O las nuevas generaciones rusas se abren al siglo XXI, con todo lo que conlleva, o será imposible proyectar en un cine de barrio de San Pertersburgo la magnífica ’In & Out’ de Frank Oz (1997), protagonizada por Kevin Kline. Y no es broma. Hay películas de las que no se puede hablar.