El discurso de Rajoy
Mantenerlo al margen de los cuestionarios difíciles, incómodos y con repreguntas ha terminado por restarle reflejos al Presidente
Mantenerlo al margen de los cuestionarios difíciles, incómodos y con repreguntas ha terminado por restarle reflejos al Presidente
La entrevista que esta semana ofreció Mariano Rajoy para el canal Bloomberg fue un lento ejercicio de striptease, que permitió desnudar en sus dudas y tribulaciones al presidente del Gobierno Español. Las preguntas de Sara Eisen –un ejercicio correctísimo de periodismo– descubrieron a un líder falto de reacción, incapaz de enfrentar cuestionarios incisivos y bien pensados.
Desde el estallido del caso Bárcenas, la maquinaria de prensa de La Moncloa diseñó un mecanismo para proteger y aislar a Rajoy. Además de mantenerlo al margen de los cuestionarios difíciles, incómodos y con repreguntas, privar al pueblo español de las respuestas más urgentes, y construir una imagen distante y soberbia para el gobierno, esta estrategia ha terminado por restarle reflejos al Presidente, anclándolo a un cúmulo de contradicciones y frases hechas (“Todo lo que tuve que decir ya lo dije”, “Todo es falso salvo alguna cosa” y ahora “Hay cosas que no se pueden demostrar”).
Pero si el desempeño de Rajoy ante cámaras fue bastante discutible, lo que vino luego, el intento de La Moncloa de evitar la emisión de partes de esta entrevista de 22 minutos –aquellas que se referían al caso Bárcenas– excedió los márgenes de la torpeza, y fue francamente impúdico. Como es lógico, la cadena Bloomberg respondió que esos pasajes no serían suprimidos “por criterios de integridad periodística”. Con ello consiguió dos cosas: dar una rápida lección de ética, y dejar en ridículo a un equipo de prensa, que –junto con la obsecuencia– parece seguir creyendo que la censura se encuentra entre las potestades del poder político.