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Ignacio Peyró

Chándal y franelas blancas

En unos meses tendremos el Mundial de fútbol, y entonces recordaremos aquellos tiempos en que un C.B.Fry podía batir una plusmarca mundial entre dos caladas de puro habano

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Chándal y franelas blancas

En unos meses tendremos el Mundial de fútbol, y entonces recordaremos aquellos tiempos en que un C.B.Fry podía batir una plusmarca mundial entre dos caladas de puro habano

En apenas unos meses tendremos aquí el turboespectáculo del Mundial de fútbol y entonces recordaremos aquellos tiempos en que un C. B. Fry podía batir una plusmarca mundial entre dos caladas de puro habano. Eran los mismos tiempos en que el deporte, como emanación de las mejores escuelas, aún exigía mantener esos “valores corintios” que pasaban por traducir a Jenofonte por la mañana y sumar al espíritu de equipo por la tarde. Por aquel entonces, ser buen deportista todavía consistía en ser buen perdedor: una intuición magnífica, en tanto que –por ley de fatalidad– el deporte no deja de dar magníficas ocasiones para perder con dignidad. Por supuesto, entrenar antes de un partido era atentar contra el ‘fair play’. 

No han pasado muchas décadas desde que se perdió aquel viejo distingo que discriminaba entre gentlemen –jugadores amateurs– y unos players que cobraban su peonada. De ayer a hoy, queda todo lo que va de Gorer a Dalrymple: el primero asimilaba el comportamiento de los graderíos al de los fieles en la iglesia, y el segundo se refiere a las mesnadas de hooligans sobre Roma como una barbarie “nunca vista desde tiempos de Alarico”. Ocurre, claro, que el fútbol es mucho más importante hoy que ayer, no ya por las peonadas tan sustantivas de Cristiano Ronaldo sino como expresión de una “aspiración en masa a una cultura más baja”. Quizá por eso, mientras van y vienen los balonazos del mundial, otros sintonizaremos algún partido de cricket para cabecear brizados por el murmullo de fondo del “ajedrez sobre la hierba”. Ética y estética: frente al chándal del fútbol, aquel viejo deporte que se jugaba con franelas blancas para no transparentar ningún esfuerzo. Sí, la civilización también estaba en esas cosas. 

 

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