Inés del Río y Barrabás
La justicia humana es casi siempre injusticia que se disfraza de derecho para parecer virtuosa
La justicia humana es casi siempre injusticia que se disfraza de derecho para parecer virtuosa
Barrabás era un homicida y las autoridades de la época lo pusieron en libertad. Cabe intuir que no pidió perdón a sus víctimas. En su lugar, fue condenado un inocente. Ahora también han sido condenados unos inocentes por la autoridades de Estrasburgo, veinticuatro inocentes y sus familias.
Los verdugos de aquel inocente contemporáneo de Barrabás tampoco mostraron signos de arrepentimiento. La víctima, a pesar de todo, perdonó a sus asesinos. Es más, les facilitó una excusa: no saben lo que hacen. «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.»
No sé si el Tribunal de Estrasburgo sabe lo que hace. No sé si Rajoy sabe lo que hace. Inés del Rio sí sabía lo que hacía cuando mataba. Pero, como todo asesino, en realidad no tiene ni idea de la trascendencia de sus actos. Esta ignorancia es, en el fondo, su única esperanza y su última oportunidad. A nadie puede cerrarse la puerta de la conversión: San Pablo, cómplice del asesinato de San Esteban, jamás hubiera sido el apóstol de los gentiles.
La justicia humana es casi siempre injusticia que se disfraza de derecho para parecer virtuosa. Y la venganza se disfraza de justicia para parecer un derecho. Aquel inocente que perdonó a sus asesinos rompió para siempre esta cadena diabólica, pero aunque dicen que creen en Él, no le creen; y aunque dicen que le siguen, le traicionan. Porque nadie perdona a nadie y menos que a nadie a los enemigos. Y así, sin saber lo que hacen, todo el mundo adora al dragón, la vieja serpiente –-la misma con la que sellaba sus crímenes Inés del Río.
Post Scriptum: «Mira que iré pronto y llevaré conmigo la recompensa, para retribuir a cada uno según sus obras. Yo soy el ‘Alfa’ y la ‘Omega’, el primero y el último, el principio y el fin. Bienaventurados los que laven sus vestidos, así dispondrán del árbol de la vida y entrarán por las puertas en la ciudad. ¡Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los homicidas, los idólatras, y todo el que ame y practique la mentira!»