El problema es contarlo
Espiar o traficar son prácticas razonables. Lo que no hay que hacer es contarlo. El mensajero paga el pato
Espiar o traficar son prácticas razonables. Lo que no hay que hacer es contarlo. El mensajero paga el pato
Sinceramente, los gringos son geniales. Desde ya me pongo en la cola del consulado de las barras y estrellas a ver si me dan un pasaporte y me nacionalizo. O… ¡mejor! Apoyo una invasión sin vaselina que nos haga súbditos de Washington sin necesidad de salir de casa, migrar y esas cosas que sólo hacen los pobres o los desesperados.
Lo dicho, los gringos me encantan. ¿Que nos han pillado espiando a la madre del cordero y a su suegro? Pues sí, ¿y qué? Si todos lo hacemos. ¿Que la Merkel está indignada y que Rajoy reza por las noches a la virgen de Fátima (su ministra de Trabajo) para ser espiado? Pues sí, pero que no se hagan los remilgados que aquí el más tonto (definición de espía español) hace relojes.
Lo mismo piensa Yasuhiro Sato: ¿que el megabanco que preside, Mizuhi, ha dado préstamos al crimen organizado? Pues sí, ¿y quién no? ¿O acaso no se dan créditos como panes a los promotores inmobiliarios de la burbuja, a los clubes de fútbol y a los traficantes de armas?
Que sí, que antes lo grave no era hacerlo, sino que te pillasen, pero desde que Bush contagiara su doctrina de lo evidente, tampoco ocurre nada si te pillan en el renuncio. ¿Qué torturamos? Pues sí, pero sólo lo necesario y sólo a los malos. Además, ¿alguien se acuerda de eso?
El problema es contarlo, ¡oye! Mira si no a Snowden: ya puede aficionarse al vodka y a la soledad, porque esa es su condena por contar los secretos de papá. Manning ha optado por cambiar de sexo, que es mejor lucir el uniforme de preso como uno siempre quiso que ser un ex militar sin prestigio y sin futuro. Assange, mientras, practica el quechua y hace ‘footing’ en el pasillo de la embajada ecuatoriana en Londres para acostumbrarse a las distancias cortas.
En esta escuela del mundo al revés (Galeano dixit), los que enfocan a la mierda salen manchados, mientras que los que la producen la envasan y nos la venden a precio de mercado. De su mercado. Vivir para creer (todo).