Huelgas de ayer
Convertir nuestras calles en estercoleros es un acto contra el resto de ciudadanos, que no son culpables de los recortes en esta época de botella medio vacía
Convertir nuestras calles en estercoleros es un acto contra el resto de ciudadanos, que no son culpables de los recortes en esta época de botella medio vacía
En Madrid hay, por fin, una huelga oficial de limpieza. Quiero decir que, si hasta ahora había una huelga encubierta de la administración que dejaba que las calles estuvieran mucho más sucias que antes, ahora son los empleados de limpieza los que de verdad están en huelga. Si bien mi primer impulso es el de ponerme del lado de los huelguistas, no acabo de comprender que, para defender sus derechos, deban esparcir basura por las calles para que a los ciudadanos se nos haga más insoportable el conflicto. Este sindicalismo de tiempos pretéritos es de un anacronismo preocupante. Puede que hace décadas, cuando la información no fluía, este tipo de comportamientos tuvieran la virtud de hacer saber a los ciudadanos de la existencia de un conflicto. Pero, en esta sociedad de medios de comunicación y redes sociales, lo único que pueden conseguir es que el apoyo ciudadano con el que parten se vaya debilitando poco a poco. Y eso a quien puede acabar beneficiando es a las empresas con las que están enfrentados.
Los trabajadores están no en el derecho, sino en la obligación de luchar por unos salarios dignos y por el mantenimiento del empleo, pero deben entender que convertir nuestras calles en estercoleros es un acto contra el resto de ciudadanos, que no son culpables de los recortes en esta época de “botella” medio vacía. Es obvio que el conflicto hay que hacerlo notorio, pero, si no se entiende que hoy las batallas se ganan en otros frentes y no en el del vaciado de papeleras y cubos de basura, es porque alguien se ha quedado rezagado en el tiempo. Los trabajadores que limpian, entre otras cosas, nuestro incivismo, merecen una defensa acorde a los tiempos. Muchos echaríamos una mano, pero así nuestro impulso inicial salta a la papelera.