El eje de la intolerancia
Su aprensión a las Instituciones Europeas resulta especialmente paradójica en el contexto de una campaña electoral destinada a ocupar dichas instituciones con el indisimulado propósito de socavarlas desde dentro
Su aprensión a las Instituciones Europeas resulta especialmente paradójica en el contexto de una campaña electoral destinada a ocupar dichas instituciones con el indisimulado propósito de socavarlas desde dentro
Rubios, blancos, populistas e intolerantes, además de europeos euroescépticos y liberticidas abanderados de la palabra «Libertad». Están en racha, lo saben, y acaban de firmar una alianza.
Hablamos de Marine Le Pen, líder hereditaria del «Frente Nacional» francés, y de Geert Wilders, su homólogo en el «Partido por la Libertad» neerlandés, quienes esta semana han hecho pública su pretensión de unir fuerzas con vistas a los próximos comicios electorales al Parlamento de la Unión Europea.
Recordamos a Wilders por sus reiterados episodios de islamofobia, que a punto estuvieron de generar serios incidentes diplomáticos y situaciones de riesgo concreto para la seguridad común, y por su abrupto abandono del «Partido Popular por la Democracia y la Libertad», tras el cual optó por fundar un partido que le sentara como un traje hecho a medida.
Por su parte, Marine apenas necesita presentación: hija del fundador de su partido, con un programa político basado en la discriminación por origen nacional y la negación de la interculturalidad, su aprensión a las Instituciones Europeas resulta especialmente paradójica en el contexto de una campaña electoral destinada a ocupar dichas instituciones con el indisimulado propósito de socavarlas desde dentro.
En la actualidad, entre ambos partidos suman únicamente siete escaños en el Parlamento Europeo —cuatro del holandés y tres del francés, uno de los cuales lo ocupa el mismísimo Jean-Marie Le Pen, proscrito ante la opinión pública de su propio país a raíz de sus declaraciones antisemitas—.
Siete escaños parecen pocos, pero no deberíamos subestimar el peligro que una formación de estas características entraña para la convivencia ciudadana en el seno de la Unión Europea, no tanto por su capacidad de ejercer directamente el poder ejecutivo, sino por su demostrada capacidad para condicionarlo, forzando la adopción de políticas incompatibles con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
La intolerancia se une. Reflexionemos.