El homo corruptor
Nuestra nueva especie sólo se tomará en serio el cambio climático cuando el coste de tomar medidas para dejar de contaminar sea menor al de los desastres que genera no hacer nada
Nuestra nueva especie sólo se tomará en serio el cambio climático cuando el coste de tomar medidas para dejar de contaminar sea menor al de los desastres que genera no hacer nada
Las noticias sobre desastres naturales que se nos han acumulado en los últimos días -el ciclón Haiyan en Filipinas y Vietnam, los tornados en EE.UU. y las lluvias torrenciales en Cerdeña- o el desprendimiento de un iceberg gigante en la Antártida vuelven a poner el cambio climático en el centro del debate.
Los científicos llevan años avisando de la que se nos viene encima si no somos capaces de tomarnos el problema en serio y atajar las emisiones de gases de efecto invernadero. Su gran error ha sido que, ocupados por analizar el clima, no se han dado cuenta del cambio que se producía en la especie humana, que ha evolucionado del homo sapiens sapiens al homo corruptor. La principal característica del homo corruptor no es su tendencia a la corrupción política o económica -que también-, sino su capacidad de corromper el planeta con su actividad hasta el punto de ponerse en peligro como especie. Intentar razonar con el homo corruptor en términos de sostenibilidad o de solidaridad intergeneracional es una descomunal pérdida de tiempo. A las cumbres internacionales sobre cambio climático me remito.
Por esa razón, desde hace tiempo sostengo que nuestra nueva especie sólo se tomará en serio el cambio climático cuando le demostremos que el coste de tomar medidas para dejar de contaminar nuestro planeta es menor que el coste de los desastres que genera no hacer nada. Y, cuando hablo de coste, hablo de dinero, que el homo corruptur tampoco anda sobrado de sensibilidad en lo que a dramas humanos hace referencia. El Banco Mundial cifra en 148.000 millones de euros el coste de los fenómenos meteorológicos extremos en la última década, cuatro veces más que en la de los 80. Razonen por ahí queridos científicos, que al homo corruptor lo único que le duele es el bolsillo.