Algo no va bien
Si las Naciones Unidas confirman la muerte de más de mil personas en atentados en Irak durante el mes de octubre, y la cosa, un mes más tarde continúa más o menos igual, sin que esa misma organización no utilice toda su fuerza y poder para parar semejante masacre, algo no va bien.
Si las Naciones Unidas confirman la muerte de más de mil personas en atentados en Irak durante el mes de octubre, y la cosa, un mes más tarde continúa más o menos igual, sin que esa misma organización no utilice toda su fuerza y poder para parar semejante masacre, algo no va bien.
Si las Naciones Unidas confirman la muerte de más de mil personas en atentados en Irak durante el mes de octubre, y la cosa, un mes más tarde continúa más o menos igual, sin que esa misma organización no utilice toda su fuerza y poder para parar semejante masacre, algo no va bien.
Si contemplamos la salida en masa de las cárceles de asesinos y violadores, mientras sus víctimas no dan crédito a estas excarcelaciones por muy justificadas que estén en Estrasburgo, sin ver en semejantes sujetos ya libres el más mínimo gesto de arrepentimiento, algo no va bien.
Si en Egipto se restringen los derechos de manifestación e información, además de otras libertades; si en Afganistán asesinan a seis cooperantes franceses de una ONG; si Edgar Jiménez “el niño sicario” condenado a 14 años por homicidio y secuestro, confiesa haber matado a cuatro personas, algo va mal. Algo no estamos haciendo bien.
Y son demasiadas las cosas que debemos estar haciendo mal cuando en medio mundo se suceden las protestas callejeras ante las decisiones de unos gobiernos cuyas decisiones no parecen coincidir con los deseos y necesidades de sus gobernados.
La desconfianza y el pesimismo se propagan con rapidez por todo el mundo. Nuestras miserias ya no son solo nuestras. Las desgracias nos unen en un futuro sin futuro. Los periódicos se nos presentan como un catálogo de malos presagios presentes o por venir.
Hemos perdido la fe y la esperanza, y parece que solo nos queda la caridad. Hasta el anuncio de la lotería Navidad, último salvavidas al que asirse a estas alturas del calendario, se nos presenta éste como un elemento intranquilizador, con miradas de personajes que asustan y sonrisas estereotipadas, irreales, ajenas a este mundo.