Hasta los huevos
Portugueses hasta «os ovos» se manifiestan ante el parlamento de su país. La foto muestra la mano de uno de ellos sosteniendo un pedacito de papel minúsculo, raquítico, ridículo, con la leyenda manuscrita: «Cavaco de merda».
Portugueses hasta «os ovos» se manifiestan ante el parlamento de su país. La foto muestra la mano de uno de ellos sosteniendo un pedacito de papel minúsculo, raquítico, ridículo, con la leyenda manuscrita: «Cavaco de merda».
Portugueses hasta «os ovos» se manifiestan ante el parlamento de su país. La foto muestra la mano de uno de ellos sosteniendo un pedacito de papel minúsculo, raquítico, ridículo, con la leyenda manuscrita: «Cavaco de merda».
La mínima pancarta es la máxima expresión de la austeridad imperante. Los recortes han llegado a la manifestación del hartazgo. Con dimensiones tan reducidas, el cabreo deviene rabieta y la «merda» lusa se queda en cagarruta ilusa.
¡Pobres portugueses! Ellos sí acumulan razones para el descontento. Nada que ver con nosotros. En nuestro país sólo hay motivos para la celebración. España ha superado la crisis, aunque los españoles, ignorantes, no se hayan enterado. No hay más que ver cómo aquí bajan los impuestos, sube el empleo y se reactiva el consumo. Y si los indicadores económicos no les parecen suficientes, admiren la regeneración de otros ámbitos, como la Justicia, cuya independencia garantizan los magistrados nombrados a dedo por los políticos, sabios intérpretes de la voluntad de todo un pueblo. O cómo impera la ley, y en su nombre pasean libres por la calle asesinos, violadores y demás víctimas de la sociedad.
Hoy, los trabajadores pueden sentirse dignamente representados por los sindicatos, tan virtuosos al gestionar el dinero público que aún les sobran fondos para promover el mercado asiático de maletines de imitación. Lo mismo sucede en los partidos, instituciones tan transparentes que la mayoría de los ciudadanos no pueden ni verlos. Idéntica dicha producen los nacionalistas, tan educados que son incapaces de independizarse sin antes preguntar.
En Portugal, achicados por las reducciones y los recortes, sólo pueden estar hasta los huevitos. En España, gracias a nuestra notable mejora y nuestro ostensible crecimiento, podemos presumir de estar hasta los mismísimos huevos.