Quemado
Ya era hora de que, escándalo tras escándalo, un putero de alta gama acostumbrado a mear en los rostros que conforman la base del pueblo fuera expulsado del foro en que se construye la política
Ya era hora de que, escándalo tras escándalo, un putero de alta gama acostumbrado a mear en los rostros que conforman la base del pueblo fuera expulsado del foro en que se construye la política
Hay un cuento que me encanta leer a mis churumbeles a la hora de acostarse. Se trata de «¿A qué sabe la luna?», de Michel Grejniec. En él, unos animales con la intención de saber cuál es el sabor de la luna, se van subiendo unos sobre otros en plan «castellers» en busca de una luna que a cada pequeño ascenso de los animales, da un pequeño paso que los aleja de ellos, haciendo de su tarea algo imposible hasta que un ratón consigue darle un mordisco.
Algo parecido va a suceder con el cometa Ison, que va buscando sin saberlo a qué sabe el sol, y en las próximas horas la comunidad científica espera ansiosa los resultados de este encuentro, si es que Ison es capaz de sobrevivir a tal desenlace.
De la misma manera, como un cometa, Silvio Berlusconi ha ido cosechando un ascenso vertiginoso como gran estratega del populismo, hasta que por fin, tras la gran mascarada con que ha tenido a Europa y al mundo en vilo, ha sido expulsado del senado italiano, después de que en el pasado agosto fuese condenado a cuatro años por el caso «Mediaset», con un trasfondo de fraude fiscal.
Berlusconi ha tocado el sol, y se ha quemado. Ya era hora de que, escándalo tras escándalo, un putero de alta gama acostumbrado a mear en los rostros que conforman la base del pueblo, y alardear de esa foto, fuera expulsado del foro en que se construye la política, aunque ésta sea al final puro teatro.
Aunque en último término no vaya a pasar ni un minuto a la sombra, por pura dignidad creo que el mundo respira mejor sin este implantado capilar en la escena política. Ya hay otros que ocupan su papel en cómodos plazo.