Ramos de tarjetas

A barullo. De dos en dos o de una en una pero todas directas a la yugular de la puerta de salida. Como champiñones. A unos les crecen los enanos y a Sergio Ramos, las tarjetas.

A barullo. De dos en dos o de una en una pero todas directas a la yugular de la puerta de salida. Como champiñones. A unos les crecen los enanos y a Sergio Ramos, las tarjetas. El defensa andaluz abraza las cartulinas, las adopta como propias y las hace suyas. Tanto, que este fin de semana ha conseguido un récord que al Real Madrid le gusta poco o nada: es el jugador más expulsado de la historia del club blanco.

Nadie le va a tirar flores al central por atesorar tarjetas rojas y amarillas a capazos. Un ramillete de amonestaciones que se ha ganado a pulso, alguna rigurosa pero en su mayoría justas. Carlo Ancelotti -que ya tenía a Sergio entre ceja y ceja- estuvo el sábado en un tris de cortarle el tallo, por decirlo fino. Más allá de ese récord, lo cierto es que el jugador de Camas lleva una temporada entre broncas, faltas y discusiones dentro y fuera del campo.

A Florentino Pérez le gusta pasar a la historia por los títulos pero no por los titulares que le ponen en el centro del universo por algo que no son sus galácticos logros deportivos. Las 18 tarjetas/récord de Ramos no gustan al Madrid ni al madridismo. Nada. Sergio lleva unos meses descentrado, descolocado y desatado. Las lesiones de Varane obligan a Ancelotti a contar con un jugador en el que cree poco o muy poco. Las desavenencias en temas contractuales le alejan de su presidente a pasos agigantados. Ya no sólo son las tarjetas. A Ramos ya hace tiempo que se le ha encendido la luz roja.