La rutina
Oía esta mañana sin querer a un paisano en el quiosco de periódicos filosofar sobre la actualidad
Oía esta mañana sin querer a un paisano en el quiosco de periódicos filosofar sobre la actualidad
Oía esta mañana sin querer a un paisano en el quiosco de periódicos filosofar sobre la actualidad: “Nada, el periódico hoy no trae nada. Lo de siempre, que si la cosa en Siria sigue chunga mientras el mundo mira a otro lado, lo de África cada día peor, Sudán del Sur a punto de explotar, en Tailandia no cesan las revueltas, Pakistán y Afganistán no se cansan de atentados, en fin, lo de cada día. Un aburrimiento”.
Es lo que tiene la repetición. Al cabo de un tiempo la noticia ya no lo es y se convierte en rutina. El cuerpo genera una coraza de frialdad ante la tragedia y el horror se convierte en algo tan cotidiano que no solo no nos conmueve, sino que nos deja de interesar.
Sucede con las noticias internacionales y con las nacionales, incluso locales. Ya nos hemos acostumbrado a que haya un cuarto de España que está rozando la pobreza, a las imágenes de gentes rebuscando en los contenedores comida para no morir de hambre, a las interminables colas ante Cáritas, a familias sin luz ni calefacción…lo de siempre. O al menos lo de los últimos meses.
Suscitan más interés las pequeñas noticias, que las que deberían producirnos vómitos y repulsión por constituir una vergüenza para la humanidad. Que si el padre de Messi podría estar implicado en un tema feo de blanqueo de dinero, que si las putas del Barrio Rojo de Amsterdam demandan el mismo trato fiscal que los futbolistas, que si se va a investigar a varios clubs de futbol por tratos de favor por parte de las autoridades, que si ha muerto el ladrón más listo del Reino Unido, el Dioni británico…
Podríamos seguir con estas noticias que nada importan. Y mientras el desastre continúa, sin que nadie pierda el sueño por ello.