No interesa cuánto viviremos sino cómo
Ha resultado que el verdadero opio que está acabando con todo es creer que todo acaba aquí. Vivan mejor porque entonces merecerá la pena vivir mucho
Ha resultado que el verdadero opio que está acabando con todo es creer que todo acaba aquí. Vivan mejor porque entonces merecerá la pena vivir mucho
Leo en The Objective sobre los Planes de Futuro: varias conferencias alrededor de la pregunta ¿cuánto vamos a vivir?
Es interesante, pero no tanto. Que esa pregunta inquiete más que esta otra -¿cómo vamos a vivir?- refleja la pérdida de sentido y la falta de interés real por la vida.
En el pensamiento serio de casi todas las culturas y durante toda la historia ha importado más cómo se vive que cuánto. Pero hoy vivimos una crisis brutal, más allá de los problemas de la economía.
Oscar Wilde, que vivió intensamente y acabó encontrando sentido para su vida al final de la misma tras visitar al Papa en Roma, dejó escrito:
“A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante. Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo”.
Más recientemente, para resaltar la continuidad de la idea, tenemos una cita del profundo pensador Benedicto XVI:
“En una sociedad donde no hay algo por lo que valga la pena morir, tampoco hay nada por lo que valga la pena vivir”.
Un amigo me dijo hace poco que nuestra crisis consistía en que no estábamos dispuestos a dar la vida por nada ni por nadie. Efectivamente, es un inteligente análisis: quien no está dispuesto a morir por algo no tiene nada serio por lo que vivir. Así de cierto.
Se ha perdido todo sentido de la vida. El engaño se ha logrado con eso de que la religión –la natural ansia de trascendencia humana- era puro opio. Ha resultado que el verdadero opio que está acabando con todo es creer que todo acaba aquí. Vivan mejor porque entonces merecerá la pena vivir mucho.