Con la que está cayendo

Con la que está cayendo, sigue cayendo, y como si nada. Llega el final de Diciembre y el personal se lanza a la vorágine de los festejos, como si viviéramos en la abundancia.

Con la que está cayendo, sigue cayendo, y como si nada. Llega  el final de Diciembre  y el personal se lanza a la vorágine de los festejos, como si viviéramos en la abundancia. La mesa rebosante de langostinos, pavo o capón, turrones, mazapán, bebidas,  y lo que se tercie, que no falte de nada. “Esta noche, que no falte de nada” presumen muchos.

Estas Navidades, como todas, el país olvida sus problemas, y se tira la casa por la ventana, como cuando ni siquiera habíamos oído hablar de la prima de riesgo, ni de crisis, ni de recesión,  ni nada por el estilo. En estos días, la corrupción, el cabreo, las hipotecas, las deudas, han pasado a un segundo plano. Es como si disfrutáramos de una amnesia coyuntural. Pero no, vendrán. Volverán a hacer acto de presencia en cuestión de horas. Porque la vida sigue. El mundo sigue dando vueltas, y los problemas, harán acto de presencia, con la misma seguridad que las muñecas de Famosa que nunca fallan por estas fechas.

Pero no nos amarguemos la vida todavía, dejémoslo para la semana que viene, cuando nos anuncien de golpe todos los productos y servicios que subirán.

Mientras, gocemos de las imágenes que nos confirman que estrenamos año. Dejémonos sorprender una vez más con los bañistas que en Coney Island se arrojan al mar a la escalofriante temperatura de un grado bajo cero, o los festejos del nuevo año en las islas del Pacífico, Australia y Nueva Zelanda que lo reciben cuando aquí apenas si amanece el último día del año, o los miles de valientes que esperan helados las doce campanada en la Puerta del Sol de Madrid.

La fiesta continúa. Pero no para todos. Vaya mi recuerdo hoy para quienes en medio de la diversión han tenido que trabajar. A pesar de la faena que ello supone, dichosos ellos que, al menos, tienen trabajo.